VARGAS LLOSA, SU SEGUNDA MUERTE

 

Mario Vargas Llosa ha muerto. Hoy es un día triste, muy triste No sólo para el arte y la lengua española, sino para la novelística universal. Quizás en los pocos años que nos restan no vayamos a conocer a nadie con semejante estatura artística. No sé si Cartarescu llegará a emularle. Pero centrémonos en Llosa. No es, desde luego, la primera vez que muere el gran maestro. Literariamente lo hizo hace mucho tiempo. Se autoinmoló, se disparó al corazón en lo que fue una especie de suicidio controlado. Pocas veces en mi vida de lector he visto un talento no sé si decir tan depauperado o tan cortocircuitado. Y, yo, incondicional lector suyo, sentí una pena infinita por asistir a un espectáculo tan deprimente. Muere Mario Vargas Llosa a los 89 años en Lima, el Nobel que enamoró a  Isabel Preysler | Mujerhoy

Nunca he sentido más pena y más rebeldía por un escritor de la que he sentido por Vargas Llosa. Lo digo de verdad, lo digo desde la admiración más absoluta y yo creía que incondicional. Dicho esto, con Mario Vargas Llosa muere el novelista más capaz de la lengua española tras Cervantes. Pocos novelistas de cualquier tradición y cualquier lengua poseen tal cantidad de obras de primera magnitud. La ciudad y los perros, Los cachorros, La casa verde, La guerra del fin del mundo, Conversación en la catedral o La fiesta del Chivo son obras maestras indiscutibles. En todas ellas Vargas, desde un lenguaje deslumbrante, desde una concepción inigualable de la estrategia literaria, desde un conocimiento prodigioso del oficio y, por qué no decirlo, desde una visión humanista del arte, nos ofrece una panoplia extraordinaria y pocas veces superada de obras maestras que lo colocan al lado de Zola, Balçac, sus amados Flaubert y Faulkner, de Dostoyevski, Tolstoi, García Márquez y muy pocos más. Todas -excepto La fiesta- esas obras curiosamente anteceden a sus ínfulas políticas que lo llevaron a jugarse la presidencia del Perú con el olvidable Fujimori y anteceden también a su visión neoliberal que lo aleja de lo que fue su principal criadero, el dolor y la injusticia en América del Sur que aparece obsesivamente como nudo corredizo en las obras mencionadas. Esa, las venas sangrantes de América, como diría Galeano, fueron su fuerza y su cosa. Sin ellas, Vargas quedó reducido a casi nada, a un escritor correcto y conocedor de su oficio. Poco más. Cuando se cambió de acera ideológica persistió el novelista, claro, persistió el artífice, pero la obra dejó de sangrar y era la sangre americana el gran ingrediente secreto de Vargas Llosa, su principal mina a cielo abierto. Pérez Reverte, Trapiello, Cercas y otros olvidables neoliberales nunca han enjaretado una buena novela, de manera que se pongan en el lugar que se pongan y adopten la ideología que adopten, uno no los echa de menos ni se solivianta por su falta de talento: su obra es vocacional y decididamente menor y, por ende, olvidable, autodegradable. No nos importa cómo estén construidas sus obras ni con qué material ideológico estén o no aparejadas: son pura cochambre. Allá ellos con los santos a quienes se encomienden. Con Vargas la cosa siempre fue distinta. Con Vargas sí, con Vargas lamentabas su caída en la inopia, su vacilación en la nada, su pérdida inaudita de palanca literaria. El último Vargas perdió la gracia del mar, dicho con palabras de Mishima. Vargas, sin su sangre india, sin el barro del Amazonas, sin el bolor de las calles limeñas, sin los Leoncio Prados, sin los cerros brasileños, sin los palmerales de Dominica, sin esa profunda visión de la condición y la miserabilidad humana que como un Amazonas se exhibe en toda su primera parte como novelista, no era gran cosa o al menos no el gran narrador que fue. Cinco libros fundamentales para conocer la obra de Vargas Llosa... y un  cuento que dio que hablar - Infobae 

Un novelista correcto, un novelista con un inmenso oficio y una tremenda inteligencia narrativa y poco más. Una novela como Travesuras de la niña mala, define cuanto digo (y Travesuras acaso sea su novela más defendible desde La fiesta del chivo), porque se trata de una novela divertida, correcta, con todo el saber y todas las triquiñuelas del gran narrador que era, pero a la que le faltaba lo más importante: sangre, barro, olor corporal, sumidero. Cuánta diferencia, pongo por caso, con La casa verde, acaso su mejor novela, o con el ritmo trepidante de La guerra o Conversación. Cada página de La casa verde parece escrita para la eternidad. Nunca, ya lo he dicho, he visto tanto talento desperdiciado como el de Vargas en sus obras finales, por eso digo que es el caso más palmario de escritor autoinmolado. Vargas era el costillar de América, era su sangre y se convirtió en un chaqué con patas, en un petulante, en alguien que no sólo no honraba sino que manchaba la memoria del grande, del grandísimo novelista que fue. Si alguien leyera estos comentarios desde una perspectiva ideológica se estaría equivocando. Yo a ningún escritor lo mido por su sesgo ideológico. Gente como Hamsun, Chesterton o Celine me parecen extraordinarios. Viaje al fin de la noche o La muerte a crédito me parecen obras inmensas, pero en Vargas su caída del caballo ideológico vino a coincidir con su batacazo -porque batacazo ha sido- artístico. Dicho esto, la obra de Llosa se cierra dejándonos, ya se ha dicho, una panoplia pocas veces vista de obras maestras.


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La fiesta, que no es ni con mucho su mejor novela, sí lo es de su segunda etapa, la que considero menor, muy menor. Es, cómo decirlo, su cisne negro. En todo caso ahí sigue abordando el tema del poder, el destino vía poder, diría yo, que es, según creo su mayor aportación temática a la novela. La ciudad, Conversación, La guerra, Los cachorros abordan ese tema de una manera o de otra. Su escritura, desde el principio, es una escritura política, y aborda temas como el poder, la tensión y el sufrimiento social... de modo que cuando se aleja de ese espectro, su novelística cae, se disuelve en el oficio, inmenso, eso sí, pero el oficio no se sustenta en nada. El oficio es estructural, sirve para colgar algo en él, para sostener un pensamiento, pero luego, si no hay pensamiento o es manifiestamente mejorable o esta carcomido, como dices, por el ego, pues no vale de casi nada ser un artífice de puta madre, ser un ingeniero magnífico, ser un preciso costurero... Y sí, claro, su dimensión pública, su ego desmedido y todo eso, llevas razón, son en él inhibidores de talento. El caso es que se defenestró hace mucho.


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Muere Mario Vargas Llosa a los 89 años: cinco novelas que hay que volver a  leer (o descubrir)Cierto es que mi texto puede parecer caníbal. Quizás lo sea, pero te juro que en mi mente no estaba el denigrar al maestro. Nada de eso. Era constatar algo que yo veo muy caro. El tema de Vargas en su primera etapa es el poder, visto desde distintos ángulos. El poder estructural en La ciudad, o en Los cachorros, el poder como corrupción en Conversación, el poder como opresión en La casa, el poder ideológico en La guerra, el poder testosterónico y como poder en La fiesta- obra de su segunda parte, por así decir. Cuando ya en pleno declive escribe La fiesta, su obra resurge. Entonces ya ideológicamente está donde está, pero su literatura se salva en esa novela porque trata de algo que ha formado parte de su creo. Dirás que también ocurre en El sueño del celta, sí, pero ahí Llosa ya está como ausente, ahí, como En el paraíso Vargas ha dejado de ser Vargas, ya no existe el sustento ideológico que lo sustentaba. No hablo de política, no hablo de ideología, sino más bien de visión del mundo. Hablo de sustratos, hablo de estructuras mentales, hablo de verdad interior, frente a verdad exterior. Lo que le pasa a Vargas es que pierde la gracia, pierde, no su oficio, no su inteligencia ni su capacidad fabuladora, pero le falta tema, le falta creérselo, le falta gracia. Y el tipo simpático que era, se vuelve antipático, se reboza en poder -eso que él había denostado, eso que había sido el armazón de su novela anterior. Quizás como dice David Torres en El diario.es, tal vez se tratase de ego, de estatus, no lo sé. El caso es que su novela cae estrepitosamente. Mirad, ayer Cercas en el telediario hizo un panegírico de VL, pues bien, sólo mencionó obras de su primera parte, antes de su cambio ideológico y eso que Cercas, como he dicho, tira al monte, pero lo claro es que hay dos Vargas, uno el de sus comienzos y otro el de su final. Hay tanta distancia entre ellos que es lo que llama la atención.


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