Mario Vargas Llosa ha muerto. Hoy es un día triste, muy triste No
sólo para el arte y la lengua española, sino para la novelística
universal. Quizás en los pocos años que nos restan no vayamos a
conocer a nadie con semejante estatura artística. No sé si
Cartarescu llegará a emularle. Pero centrémonos en Llosa. No es,
desde luego, la primera vez que muere el gran maestro. Literariamente
lo hizo hace mucho tiempo. Se autoinmoló, se disparó al corazón en
lo que fue una especie de suicidio controlado. Pocas veces en mi vida
de lector he visto un talento no sé si decir tan depauperado o tan
cortocircuitado. Y, yo, incondicional lector suyo, sentí una pena
infinita por asistir a un espectáculo tan deprimente.
Nunca he
sentido más pena y más rebeldía por un escritor de la que he
sentido por Vargas Llosa. Lo digo de verdad, lo digo desde la
admiración más absoluta y yo creía que incondicional. Dicho esto,
con Mario Vargas Llosa muere el novelista más capaz de la lengua
española tras Cervantes. Pocos novelistas de cualquier tradición y
cualquier lengua poseen tal cantidad de obras de primera magnitud. La
ciudad y los perros, Los cachorros, La casa verde, La guerra del fin
del mundo, Conversación en la catedral o La fiesta del Chivo son
obras maestras indiscutibles. En todas ellas Vargas, desde un
lenguaje deslumbrante, desde una concepción inigualable de la
estrategia literaria, desde un conocimiento prodigioso del oficio y,
por qué no decirlo, desde una visión humanista del arte, nos ofrece
una panoplia extraordinaria y pocas veces superada de obras maestras
que lo colocan al lado de Zola, Balçac, sus amados Flaubert y
Faulkner, de Dostoyevski, Tolstoi, García Márquez y muy pocos más.
Todas -excepto La fiesta- esas obras curiosamente anteceden a sus
ínfulas políticas que lo llevaron a jugarse la presidencia del Perú
con el olvidable Fujimori y anteceden también a su visión
neoliberal que lo aleja de lo que fue su principal criadero, el dolor
y la injusticia en América del Sur que aparece obsesivamente como
nudo corredizo en las obras mencionadas. Esa, las venas sangrantes de
América, como diría Galeano, fueron su fuerza y su cosa. Sin ellas,
Vargas quedó reducido a casi nada, a un escritor correcto y
conocedor de su oficio. Poco más. Cuando se cambió de acera
ideológica persistió el novelista, claro, persistió el artífice,
pero la obra dejó de sangrar y era la sangre americana el gran
ingrediente secreto de Vargas Llosa, su principal mina a cielo
abierto. Pérez Reverte, Trapiello, Cercas y otros olvidables
neoliberales nunca han enjaretado una buena novela, de manera que se
pongan en el lugar que se pongan y adopten la ideología que adopten,
uno no los echa de menos ni se solivianta por su falta de talento: su
obra es vocacional y decididamente menor y, por ende, olvidable,
autodegradable. No nos importa cómo estén construidas sus obras ni
con qué material ideológico estén o no aparejadas: son pura
cochambre. Allá ellos con los santos a quienes se encomienden. Con
Vargas la cosa siempre fue distinta. Con Vargas sí, con Vargas
lamentabas su caída en la inopia, su vacilación en la nada, su
pérdida inaudita de palanca literaria. El último Vargas perdió la
gracia del mar, dicho con palabras de Mishima. Vargas, sin su sangre
india, sin el barro del Amazonas, sin el bolor de las calles limeñas,
sin los Leoncio Prados, sin los cerros brasileños, sin los
palmerales de Dominica, sin esa profunda visión de la condición y
la miserabilidad humana que como un Amazonas se exhibe en toda su
primera parte como novelista, no era gran cosa o al menos no el gran
narrador que fue.
Un novelista correcto, un novelista con un inmenso oficio y una tremenda inteligencia narrativa y poco más. Una novela como Travesuras de la niña mala, define cuanto digo (y Travesuras acaso sea su novela más defendible desde La fiesta del chivo), porque se trata de una novela divertida, correcta, con todo el saber y todas las triquiñuelas del gran narrador que era, pero a la que le faltaba lo más importante: sangre, barro, olor corporal, sumidero. Cuánta diferencia, pongo por caso, con La casa verde, acaso su mejor novela, o con el ritmo trepidante de La guerra o Conversación. Cada página de La casa verde parece escrita para la eternidad. Nunca, ya lo he dicho, he visto tanto talento desperdiciado como el de Vargas en sus obras finales, por eso digo que es el caso más palmario de escritor autoinmolado. Vargas era el costillar de América, era su sangre y se convirtió en un chaqué con patas, en un petulante, en alguien que no sólo no honraba sino que manchaba la memoria del grande, del grandísimo novelista que fue. Si alguien leyera estos comentarios desde una perspectiva ideológica se estaría equivocando. Yo a ningún escritor lo mido por su sesgo ideológico. Gente como Hamsun, Chesterton o Celine me parecen extraordinarios. Viaje al fin de la noche o La muerte a crédito me parecen obras inmensas, pero en Vargas su caída del caballo ideológico vino a coincidir con su batacazo -porque batacazo ha sido- artístico. Dicho esto, la obra de Llosa se cierra dejándonos, ya se ha dicho, una panoplia pocas veces vista de obras maestras.
15
La fiesta, que no es ni con mucho su mejor novela, sí lo es de su segunda etapa, la que considero menor, muy menor. Es, cómo decirlo, su cisne negro. En todo caso ahí sigue abordando el tema del poder, el destino vía poder, diría yo, que es, según creo su mayor aportación temática a la novela. La ciudad, Conversación, La guerra, Los cachorros abordan ese tema de una manera o de otra. Su escritura, desde el principio, es una escritura política, y aborda temas como el poder, la tensión y el sufrimiento social... de modo que cuando se aleja de ese espectro, su novelística cae, se disuelve en el oficio, inmenso, eso sí, pero el oficio no se sustenta en nada. El oficio es estructural, sirve para colgar algo en él, para sostener un pensamiento, pero luego, si no hay pensamiento o es manifiestamente mejorable o esta carcomido, como dices, por el ego, pues no vale de casi nada ser un artífice de puta madre, ser un ingeniero magnífico, ser un preciso costurero... Y sí, claro, su dimensión pública, su ego desmedido y todo eso, llevas razón, son en él inhibidores de talento. El caso es que se defenestró hace mucho.
*
Cierto
es que mi texto puede parecer caníbal. Quizás lo sea, pero te juro
que en mi mente no estaba el denigrar al maestro. Nada de eso. Era
constatar algo que yo veo muy caro. El tema de Vargas en su
primera etapa es el poder, visto desde distintos ángulos. El poder
estructural en La ciudad, o en Los cachorros, el poder como
corrupción en Conversación, el poder como opresión en La casa, el
poder ideológico en La guerra, el poder testosterónico y como poder
en La fiesta- obra de su segunda parte, por así decir. Cuando ya en
pleno declive escribe La fiesta, su obra resurge. Entonces ya
ideológicamente está donde está, pero su literatura se salva en
esa novela porque trata de algo que ha formado parte de su creo.
Dirás que también ocurre en El sueño del celta, sí, pero ahí Llosa
ya está como ausente, ahí, como En el paraíso Vargas ha dejado de
ser Vargas, ya no existe el sustento ideológico que lo sustentaba.
No hablo de política, no hablo de ideología, sino más bien de
visión del mundo. Hablo de sustratos, hablo de estructuras mentales,
hablo de verdad interior, frente a verdad exterior. Lo que le pasa a
Vargas es que pierde la gracia, pierde, no su oficio, no su
inteligencia ni su capacidad fabuladora, pero le falta tema, le falta
creérselo, le falta gracia. Y el tipo simpático que era, se vuelve
antipático, se reboza en poder -eso que él había denostado, eso
que había sido el armazón de su novela anterior. Quizás como dice
David Torres en El diario.es, tal vez se tratase de ego, de estatus,
no lo sé. El caso es que su novela cae estrepitosamente. Mirad, ayer
Cercas en el telediario hizo un panegírico de VL, pues bien, sólo
mencionó obras de su primera parte, antes de su cambio ideológico y
eso que Cercas, como he dicho, tira al monte, pero lo claro es que
hay dos Vargas, uno el de sus comienzos y otro el de su final. Hay
tanta distancia entre ellos que es lo que llama la atención.
0 comentarios:
Publicar un comentario