EPPURE SUCCEDE

I

Pablo Gargallo. El profeta
Llevo varios días sin pasar por aquí. No, no he tenido ocupaciones inaplazables ni nada parecido. Ocurre que estoy como sin sangre, dejándome deshuesar por un ambiente cada vez más anodino e indigerible. No sé. Asisto con una mezcla de asco e impasibilidad a la basura que las mareas de la realidad arrastran hasta mi orilla. Miro cómo se tambalean los principios, los valores y las conquistas que rigieron las vidas de millones de almas y eso me deprime en lo más íntimo. La basura no sólo llega a mis costas, sino que amenaza con desbordarlas y corromperlas, si es que no están ya desbordadas y corrompidas. Siento en mi carne el fracaso de las ideas y del hombre, frente a los intereses mezquinos de una ridícula minoría que sigue, como en el siglo XI ó XVI moviendo a su antojo los hilos del poder y las decisiones sociales. De nada ha valido un siglo de luchas laborales y conquistas de toda índole, porque en unos meses esa construcción social es desmantelada con una impunidad y una chulería que me produce grima. Y esta sensación que tengo de fracaso colectivo, da paso a un cierto nihilismo personal que se va inyectando por mis venas, envenenándolo, agriándolo todo. Paralizándome. Y malditas las ganas que tengo de escribir y de cavilar y de dejar sobre estas páginas la impronta de mi temblor y de mi asco. Para qué. Y siento sobre mí el peso de la derrota, de la paralización, de la resignación y querría sacudírmelos, volver la mirada hacia un horizonte más benévolo, pero no puedo. No puedo.  Modestamente he luchado en la medida de mis posibilidades, haciendo obra, escribiendo, juntando mis letras a las de otros congéneres, tratando de predicar -sí, predicar- la victoria del hombre sobre el monstruo. A esa sola labor he dedicado toda mi escritura y todos mis esfuerzos. A eso han dedicado su vida y su obra tantísimos de mis congéneres. Y hoy vengo a entender que salvo que ocurra algo portentoso, otro 25 de abril del alma, esta guerra está perdida, que los valores democráticos y vecinales han sido y son sistemáticamente aplastados e hipotecados por quienes ostentan el poder y barajan a su antojo sus mecanismos y controles. Y así, escribir se me hace difícil. Sin un puerto a donde llegar, sin un rumbo siquiera se me hace difícil gobernar la nave, exigirme un esfuerzo que sé baldío, que sé inútil, que sé condenado a la nada más absoluta. Y al menos tengo la esperanza de que después de esta caída, me alzaré como he hecho siempre, como voy a seguir haciendo siempre, una y otra vez, Sísifo en carne viva. No puedo hacer otra cosa que alzarme, mantener izada la raída bandera sobre los cerros, luchar a mi modo desde esta pequeña ventana que da al mediodía. Y mientras reúno fuerzas, sangro, curo mis heridas, busco en las nubes señales de esperanza. Pero las señales no llegan. La basura sigue drenando mis costas.


II

Imaginemos a un delincuente juzgado por la justicia que sometiera a chantaje a un gobierno. Pongamos que eso fuera posible en pleno sigo XXI. Un delincuente que hubiera sido votado por millones de honrados e ilusos compatriotas. Un delincuente que no distinguiera entre su destino personal y el de su país. Un delincuente que hubiese tomado para sí el voto confiado y la buena fe de millones de conciudadanos. Un delincuente que por salvarse a sí mismo de la ignominia, del oprobio social y de la galera, quisiera poner de rodillas a una nación que nos enseñara casi todo lo que sabemos sobre los valores occidentales.Un delincuente que hubiera sabido trajinar la voluntad de millones de personas esperanzadas o bienintencioandas, con el único propósito de salvar su culo liposuccionado. Un delincuente que asociase y confundiera su persona al poder, al dinero y al destino de su país, de tal forma que antepusiera su peripecia personal a la justicia, que tomara los votos que tan confiadamente les han prestado esos millones de ciudadanos, con el solo propósito de hacer arrodillarse a la justicia que lo puso camino de la galera, y decir al mundo, no que él es inocente, sino que es poderoso, no que es un buen ciudadano, sino que tiene cogido por los mismísimos al horizonte y al destino de millones de paisanos. Imaginemos al personaje, pervertido y ciego, rumiando su rencor, moviendo con su odio a millones de confiados -y acaso no tan confiados- conciudadanos. Y que todo eso ocurriera en Europa. En el corazón palpitante y sangrante de Europa, como en una novela de Valle-Inclán, García Márquez o Miguel Ángel Asturias. Pareciera una broma de De Quincey o Swift. Pareciera una obra colosal de Shakespeare o Verdi. Sembra scienzia-finzione Eppure succede.




Os dejo con un cuento que me contaron en la puerta de una taberna italiana, junto al amigo Eligio Ciampi. Tal cual. Me pareció una definición fantástica del fascismo en su vertiente periodística.


PARÁBOLA 

a un anónimo italiano, a Eligio

Imagine que es domingo y se alza tarde. Que levanta la persiana y la luz barre su habitación, que abre las hojas de la ventana y percibe con toda claridad la bocanada de aire limpio que le llega desde la calle y que le anima a coger la bici y darse su paseo por las avenidas soleadas. Imagine que se prepara su vaso de leche con cacao, su naranja y se dirige a la sala de estar. Que enciende el televisor. Que en ese momento ponen unas noticias estremecedoras que hablan precisamente de su ciudad. Que a lo que parece, está siendo azotada por un terrible temporal que arranca los árboles y ha hecho desplomarse cientos de cornisas, por todo lo cual las autoridades aconsejan que, salvo por razones de extrema necesidad, se evite salir a la calle. Usted, asombrado, ve las imágenes y, es cierto, parece su ciudad. Es, de hecho, su ciudad, pero aun cuando las imágenes de la televisión no pueden ser más apocalípticas, usted abre las ventanas del salón y al sacar la cabeza hacia la calle, todo parece apacible y radiante. Un abuelo pasea con su nieto, un perro olisquea en un almez y un par de adolescentes se acomodan en un banco. Desde luego no da la impresión de que ningún temporal asole la ciudad, y nada ni nadie le privará de su paseo. Cuando al volver al cuarto para colarse el maillot, lo que ve por la ventana es un cielo soleado y, abajo, la mansedumbre de los árboles, apenas mecidos por una apacible, casi imperceptible brisa, no tiene dudas.
Imagine ahora que apaga el televisor que no deja de emitir imágenes del temporal, que usted toma su bici y, como hace en los buenos días, se dispone a dar una vuelta por las calles soleadas. Que atraviesa el pasillo, que quita los distintos cerrojos de su puerta y, que por prevención más que nada, toma el saquito con el impermeable de la percha y se lo ajusta a la cintura a modo de cinturón. Que baja confiado las escaleras y sin dudar acciona el interruptor que abre la puerta. Que ya sólo le queda girar el pomo y tirar de la puerta hacia usted. 
¿Lo hará?

2 comentarios:

Sofía Serra dijo...

Yo llevo años, más de una década sintiéndome así..y sí, es posible a que antes no escribiera, al menos a nivel...¿público?, como tú, pero me impliqué con toda mi sangre...y todo, para absolutamente algo que revierte en daño para una misma.
hasta que se renace.
Es la ley de la naturaleza, manolo, a unos débiles y a otros fuertes.
Y ahí estamos.
No te derrengues. No tienen razón. Ni luz. Ni siquiera fe.

Anónimo dijo...

"Cuando digas no puedo más/ aquí me quedo/ no puedo más/ aquí me quedo/ tú siempre acuérdate de lo que un día yo escribí pensando en ti..." PALABRAS PARA JULIA (J.A. Goytisolo)
La Vida, nosotros demiurgos. No caben lamentaciones. Tal vez, pararnos y observar, sentarnos incluso a la vera del camino, comprender. Continuar... el sueño, humo entre las manos. Desaferrarnos. Ver más allá del horizonte, sea el que sea. Y eso se hace interiormente. Nada hay "fuera."

Saludos

C.S.G.