LA MAYORÍA SILENCIOSA


Me van a perdonar ustedes, pero comienzo a estar ya hasta los mismísimos. En este país todo es Madrid-Barcelona Barcelona-Madrid. En un país dualista y hasta duelista, todo queda reducido a eso: Zipi o Zape, playa o montaña, vino o cerveza, Madrid o Barcelona. No hay más. El resto no existe o queda reducido a la nada. Exactamente como ocurre con la liga. La culpa la tienen, como en todo, las audiencias. De no ser porque de cuando en cuando descarrila un tren en Santiago, arde una isla en Baleares, una pinturera de Borja la emprende con un Cristo, o un valenciano bate un récord de paella, pensaríamos que España no existe. Estamos instalados en una especie de perversa bipolaridad que si bien no consigue que funcione el país, consigue al menos que no se vea. La que nos dieron con el Madrid Arena, cuando catástrofes como esa ocurren en Mérida o Murcia y no aguantan a la segunda edición. Dios nos libre con que no vuelva a arder el Palau. Ayer se mojó el hemiciclo matritense y no faltaron ni apelaciones a la Biblia. En cambio Teruel siguió sin existir, ni Ondarribia, ni Logroño ni Cantabria. Ayer al parecer tampoco sucedió nada de mérito en Cantabria y seguimos sin noticias de Cartagena, tú. Los telediarios sólo daban para tormentas en Cibeles y cadenas humanas en el Passeig Colón. De madrugada, cuando pensaba que alguien me iba a sorprender con algo de Segovia o de Jaén, resulta que los tertulianos no gritaban de otra cosa que de la novia de Casillas y del padre de Messi. Lo juro, nunca pensé que echaría tanto de menos a Soria o a las Las Palmas de Gran Canaria. Casi pensé en exiliarme donde el Peñón de los monos, pero la mala conciencia de Ceuta y Melilla me quitaron las ganas. Pero España sí que existe. Por oposición, pero existe. Basta que se agiten unas cuantas senyeras para que desde las torres de Madrí nos mandan señales de socorro. De pronto, junto a Iniesta y la roja y gualda nos acordamos de los espárragos de Tudela, del castillo de Medina del Campo y de Don Pelayo, descabezando moros por las tierrucas de Covadonga. De pronto la figura del Quijote surca los secarrales de la Mancha, al acecho de molinos, vizcaínos, rebaños de ovejas o caballos de palo.

Dicen algunas estadísticas que Catalunya pretende independizarse. A ver, si así fuera, qué problema hay. Parece ser que la Una-Grande-Libre del dichoso escudito ha afectado más de lo que parecía al adeene de los españolitos más propensos a los resfriados patrióticos. Los purasangre del patriotismo español, ante el nuevo éxito numérico del independentismo catalán con la cosa esta de la cadena -curiosa manera de pedir la libertad, pero esa es otra-, se encastillan en un extraño y revolucionario concepto: el de la mayoría silenciosa. Supongo que fue de ese extraordinario concepto de la mayoría silenciosa que salió aquel 90, u 80 ó 91%, qué más da, de los españoles que pedían los juegos para Madrid: la mayoría silenciosa. Y llevaban razón: si nadie se manifestaba en la Puerta del Sol en contra de los Juegos, eso quería decir que el 90 % -un 100% siempre resulta sospechoso- estaba más que dispuesto a abrirse la cabeza por recepcionar los dichosos Juegos. De la misma forma deducen estos místicos de la estadística que si de seis millones de catalanes, han participado en la cadena un millón seiscientos mil, hay todavía cuatro millones y pico que se han quedado en sus casas: la mayoría silenciosa. Por la misma regla de tres estos figuras de la ingeniería aritmética, debieran entender, pongo por caso, que en las pasadas elecciones generales hubo al menos treinta y seis millones de españoles que no votaron a sus siglas y, por tanto, esa mayoría silenciosa no les legitimaría para gobernar por cojones. Claro que uno es de letras y tiende a creer que trece millones de votos son muchos votos y que una cadena de millón y medio es mucha cadena. Pero ya digo esto es una cosa entre Madrid y Barcelona. Los demás, pobreticos, la otra mayoría silenciosa, andamos a hostias con el paro, con la crisis y con todas nuestras otras cadenas. Nosotros, sin embargo, no saldremos en los telediarios.
La mayoría silenciada.


GERNIKA 

Padre, me parece que sí, que son aviones, pero desde aquí... ¿Qué? ¿Que corra, dice? De verdad que no lo escucho. Aló, aló... A dónde, a dónde, padre. Es que con tanto ruido no sé qué me dice. ¿Sí? ¿Sigue ahí? Joder, no lo escucho. ¿Cómo? Espere, espere un momento, oigo algo que silba sobre mi cabeza.





1 comentarios:

Sofía Serra dijo...

Y cuánta razón tienes y qué buena la "correlación", jeje... y qué gran microrrelato.

De cuántos "listillos" se nutre este país, joder, de cuántos, así va, vamos, nos llevan, cualquiera sabe ya..eso es lo que deben aprender esos listillos, CUALQUIERA sabe ya.