NOVELAS, NIVELAS, NUBELAS, NAVELAS

 



En este artículo trataré de comentar cada una de mis novelas. Su génesis, sus rarezas, la manera cómo las escribí, cómo se publicaron, etc...

la mano en el fuego-manuel moya-9788496458246 En esto de la novela una servidora comenzó como pornógrafa. Bueno, algo así. LA MANO EN EL FUEGO es una novela erótica, de muy encendidos decibelios. Con ella me pasó como a Pessoa con Antinoo y Epithalamium: desde entonces quedé liberado en mis novelas de impulsos sexuales o algo parecido. El género erótico es difícil porque uno no sabe exactamente dónde poner los límites. Decía todo esto porque hay gente que me pregunta por esta mi primera incursión en la novela, y hoy, repasando iberlibro he visto un par de ejemplares a 16 euros. Bueno, barato no es, pero a los interesados igual les mola esta bajada a los paraísos infernales del sexo. Decir que esta novela está muy pero que muy ligada a Colibrí con hielo, pues en ella coinciden personaje central y escenario (París). Escribirla fue una experiencia gloriosa. Me lo pasaba en grande poniendo por escrito mis fantasías eróticas y dándoles mucha garlopa y mucho paquiypallá. Escribirla fue una experiencia fascinante que luego he repetido en otras diez o doce ocasiones. Escribir una novela es algo tan fascinante y enloquecedor como las primeras fases del enamoramiento y la novela justamente habla de eso, de cómo el amor nos revienta por dentro y por fuera. Creo que por su uso del humor, por la condición paródica y por otros elementos más que el atento lector podrá descubrir es mi novela más cervantina, por así decir. Hoy quizás la hubiera escrito de otra forma, pero me gusta así, casi como un trampantojo eléctrico. La portada, que me gusta mucho, es de mi hija Helena. Aún recuerdo que un compañero de profesión me dijo al leerla que no siguiera por esos derroteros. Hoy aquel comentario completamente inocente y algo meapilas me hace sonreír. Entonces me tocó los webs.


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Manuel Moya publica la novela Colibrí con hielo, la isla de la ciudad y su  laberinto | TodoliteraturaHoy, que es 14 de Julio y París está que se sale, vengo a hablaros de COLIBRÍ CON HIELO (Maclein y Parker, 2018) que es, por estricto orden de escritura, mi segunda novela. Durante años vino conmigo, estuvo en el cajón a salvo de las miradas inquisitivas del personal, guardando el sueño de los justos y yo la quise por eso y por su inquieta desmesura parisí. Se trata de una especie de revisión o continuación de LA MANO EN EL FUEGO, pues comparten prota y escenario pero Colibrí está como más aquilatada, porque la corregí durante años. Como La mano, creo que es una novela cervantina, de una ligera acidez, pero de una clara ironía. París centra y casi acapara el relato y es, creo, un homenaje al París de mi adolescencia lectora, a las calles pisadas por Nerval, Baudelaire, Dumas, Celine, Proust, Hemingway, Miller, Aragon, Cocteau, Vian, Cortázar, Modigliani, Jeanne Hébuterne, Picasso, Apollinaire, Breton, Toulouse-Lautrec, la Valadon, Rodin, Satie... Todo comenzó porque en una visita a París, mientras esperaba el bus, observé una sombra que se movía en un segundo piso, en la esquina de la rue Bonaparte con la Vaugirard (nº58), de frente a la esquina del Luxembourg y muy muy cerca de donde vivió Gertrude Stein. Durante un rato seguí esa sombra misteriosa y al poco comencé a escribir sobre esa sombra y así salió primero La mano y luego, casi de inmediato, Colibrí. Escribirla fue, siguió siendo, una fiesta y eso se nota en el tono de la novela.



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La tierra negra 

En este repasico que ando haciendo de mis novelas hoy le toca el turno a la tercera, LA TIERRA NEGRA, quizás la más popular, la que lleva ya cuatro ediciones en su coleto. Suelo comentar que esta novela no la escribí yo sino que se fue escribiendo en la mesa camilla de mi infancia, en los almuerzos y las cenas, cuando mis padres a la mínima posible empezaban a contar los sucesos de la guerra civil en mi pueblo. Un día de mi infancia mi padre nos llevó a los hermanos y a mí a una cueva cercana al pueblo, llamada entonces cueva de Alcalá, hoy llamada de los Republicanos, pues allí habían permanecido escondidos 7 topos durante toda la GC. La impresión que obtuve de esa visita fue absoluta y me acompañó, aún me acompaña, durante muchos muchos años. Todo eso estuvo macerando en mi mente durante casi cuatro décadas hasta que un día me puse a escribirla y, debo decirlo, la novela se escribió sola, como si cortara mantequilla. Fue una novela que me trajo muchas buenas noticias y muchos lectores. Varios críticos la han calificado como una de las mejores novelas que se han escrito sobre la GC y otros muchos lectores de distintas latitudes me cuentan una cosa que significa todavía un mayor elogio y es el hecho de que lo que cuento en ella sucedió en otros pueblos, en otras localidades, casi exactamente. En este sentido, permítanme una anécdota: cuando ya estaba en su fase final, es decir, cuando ya me faltaban dos capítulos y los tenía perfectamente dilucidados en mi cabeza, di en observar que la novela ya la había escrito un tal Sófocles, en su Antígona. ¡Hostias! Porque la tierra negra habla de un hombre que ha muerto y debe ser enterrado. Me quedé paralizado ante el aterrador descubrimiento y durante unos días estuve en suspenso. ¡Hostias!, me decía. No puede ser. Era el colmo de la mala suerte. Había concluido una, creía, buena novela, pero esa novela ya estaba escrita. ¡Copón! Luego, reflexionando, reflexionando, me dije que no importaba que la novela ya la hubiera escrito Sófocles, porque lo que yo contaba había sucedido casi como yo lo había contado y por tanto Sófocles allí no pintaba nada, excepto en lo tocante a que el alma humana repite y repite sin cesar sus grandezas y sus miserias, sus patrones, en suma y de eso yo no tenía a culpa. Y entonces proseguí: acabé esos dos últimos capítulos y un día por fin, me vi saliendo de la novela como su personaje último. Pero querría terminar añadiendo que el mérito de su buena conexión con la crítica y con el público en general no es, desde luego, de la novela, sino de la condición humana que repite patrones, como he dicho, pero al margen de esas consideraciones críticas, tengo que decir que quizás por su carácter coral, quizás porque me concierne en lo más íntimo, porque no nace de un impulso literario sino vital, porque es un reconocimiento sincero a cada uno de los personajes que por ella pasan, me siento muy ligado a ella. Me permitió, además, utilizar en los diálogos un lenguaje comarcano, con el que me identifico y que ha persistido en otras novelas mías, como una seña de identidad, pero también de conexión con la comunidad lingüística de la que estoy y he estado rodeado. Es una novela, pues, que me concierne desde distintos putos de vista y eso, creo, hace que el lector se sienta cómodo en ella.


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Majarón - Manuel Moya - Google BooksEn el repaso personal que estoy dando a mis novelas, me referiré hoy a la tercera editada (la cuarta en escritura) que se tituló MAJARÓN, editada por Baile del Sol en 2009, con foto de portada de Mario Rguez. Majarón, que escribí en 22 días, es acaso mi mejor novela, la más intensa al menos, la más dura. Nació de un cuento. Escribí el cuento navideño de un chico pobre que espera los reyes magos y lo que finalmente le traen es la cabeza del padre, un tipo abusador y leñero que le hace la vida imposible a la madre y a él. Dejé el cuento en el momento en que el niño descubre cuál es el regalo. Claro, el cuento acaba en una desolación. Qué va a ser del niño ahora, pensé luego de acabarlo. Lo que ocurre y así empieza la novela es que se lo llevan a una institución y allí es sometido a todo tipo de salvajadas. Su esperanza es huir, huir como sea, porque no deja de ser hostigado por familiares, compañeros y educadores. Él mismo se ve como uno de esos galgos que ve desde la ventana de la institución en los nevados inviernos corriendo tras las liebres y luego abandonados, ahorcados en los árboles. La novela habla del abuso, de la tensión, de toda la presión que sufre el niño, pero también de la camaradería, como el propio Majarón, un amigo suyo, que es acaso el mejor personaje que he escrito jamás. El escenario parece ser castellano, pero en realidad el lugar es la Univ Laboral de Sevilla (hoy Univ Pablo de Olavide) donde yo estudié. No tiene nada que ver mi experiencia en la Laboral con lo que se cuenta en a novela, para nada. Al cabo de algunos años, la novela ya publicada, vine a darme cuenta de que lo que había escrito sobre el adolescente Hertorcito, no era más que la presión que en esos instantes estaba soportando Helena, mi hija mayor, adolescente entonces, por parte de mí básicamente y de las instituciones. Ese descubrimiento me dejó helado y tal vez sea la razón por la que me identifico tanto con la novela, que, vuelvo a decir, reputo como la mejor de las mías. Una novela difícil, intensa (tiene apenas 100 páginas) que sobrecoge a todos los que se han acercado a ella. Pero, ya digo, es una novela que hay que leer de un tirón, con un buen estado de forma mental.



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NAOS - Arquitectura & Libros - · CENIZAS DE ABRIL, LAS · MOYA, MANUEL:  ALIANZA EDITORIAL -978-84-206-5112-5Ahora toca el turno a LAS CENIZAS DE ABRIL (Alianza ed. 2011) que comencé a escribir tras la intensa aventura de Majarón. En principio quería tratar un tema que hacía tiempo me andaba rondando, que era el de la culpa genealógica, la culpa que determinados hijos heredan de los padres, cuya vida desconocen hasta que un día, zas, se encuentran con una verdad incómoda acerca de ellos. Pretendí que la novela fuera una continuación de La tierra negra, rescatando de ella a uno de sus personajes capitales, el villano Jabicha, que era un tipo abyecto, pero enseguida que me puse en marcha me detuve. ¿Otra novela sobre la guerra civil y sus personajes? La verdad es que sucumbí a un cierto mensaje de la derecha revisionista española que sigue aún vigente según el cual es necesario olvidar y dejar atrás la guerra civil, pues -refiere esta teoría revisionista- que se ha escrito mucho sobre ese período, olvidando que la GC es un caladero magnífico para cualquier novelista porque en ella se expresa la condición humana en su verdad más pura, porque en su devenir muchos hombres se transformaron en monstruos y otros en héroes creando un caldo sustancioso, donde hervía el cambio que produjo en cada uno de sus "hijos". Un verdadero caladero donde estudiar y profundizar hasta las heces en el alma humana, que es el meollo de la novelística en general. Pero yo, imbuido por la propaganda de los tiempos, inconsciente de ella, me detuve en mi empresa y no emprendí la novela hasta un año después, esta vez desde el fascinante triple escenario de Lisboa-París-Luanda de la Revolución de los Claveles. Yo había estudiado el 25 de abril con mucho interés. Mi relación y mi curiosidad por Portugal no tiene límites y recuerdo que en los días del 74 la gente iba a Portugal para saber qué era, cómo se vivía en la democracia. Eso yo lo viví en la figura de conocidos y familiares. Los coches portugueses pasaban por la carretera de mi pueblo camino de Sevilla y yo había conocido la Lisboa post-revolucionaria en mis visitas a la cercana capital lusa. Todavía en los años ‘80 Lisboa estaba impregnada del espíritu del 25 de abril. Se veía en las calles, en las pintas, en las gentes. Con esos elementos vivos en mí anduve escribiendo una novela que se escribía sola, que cada día me ofrecía nuevas expectativas y bajo el viento favorable, muy favorable, escribí las 500 páginas de Las cenizas de abril, que trata la historia de una chica, hija de un policía secreta del régimen, que estudia en París y allí, tras una época de negación, va descubriendo de qué va el régimen salazarista con el que su padre trabaja y que le permite a ella ser una afortunada y exitosa estudiante en París. La novela va recorriendo su deriva así como la de Ilídio, otro policía subalterno de su padre, que de joven quiso ser poeta y sin saber cómo ni por qué se va transformando en un ser abyecto. La trama de la novela es con todo, compleja, con bastantes alternativas y una grande carga existencial. 500 páginas. La novela obtuvo el Premio Quiñones de novela, muy bien dotado, y de inmediato se tradujo al portugués y al italiano, acaso en el momento más duro de la crisis del 2007, en 2012 y aunque superó en Portugal en ventas a Tiempo entre costuras, tampoco significó un gran éxito, pero sí que obtuvo un gran refrendo crítico y de público en unos tiempos, ya digo, difíciles. En Portugal, editada por la gran editora Porto, la estudiaron en cierta universidad del norte para ver cómo se veía la revolución dos Cravos desde fuera. Me cuentan que hace unos días otro profesor español en Portugal se refirió pormenorizadamente a ella en unos cursos de verano donde se hablaba de la recepción que la Revolución había tenido en España. Es cierto que de cuando en cuando me llegan noticias de ella, pero el caso es que no se ha reeditado en este año 2024 que es el 50ª aniversario de la revolución, como se sabe, y eso que hice alguna gestión sobre el asunto.


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Un buitre en el jardín (SIN COLECCION) : Moya, Manuel: Amazon.es: Libros 

Siguiente parada, UN BUITRE EN EL JARDÍN, de todas mis novelas editadas es sin duda la más desdichada, pero no por el contenido de la novela en sí, sino por sus alrededores. Se publicó en 2017, cuando ya empezábamos a sacar la cabeza luego de la tremenda crisis vivida desde 2007, donde nuestro mundo, el mundo de las conquistas sociales, finiquitó y todo cuanto social y sindicalmente habíamos ido conquistando a lo largo de lo siglos XIX y XX, a través de las luchas obreras, comenzó a derrumbarse. El caso es que después de mil negativas presenté la novela a un concurso, el Rrose Sélavy, organizado por la madrileña editorial Apeirón. La novela ganó el certamen pero cuando fui a presentar el libro en mi localidad, sucedió que no dispuse de ejemplares y tuve que vender los míos, a la espera de que me llegaran otros de la editorial. Intenté presentarla en otros lugares pero no había ejemplares. Desde a editorial me decían que debía pedir los ejemplares con al menos un mes de antelación. ¿Un mes? No existían ejemplares en ninguna parte y es que el libro en sí mismo no existía. El premio era un señuelo para atraer novelistas ansiosos de publicar sus obras. Yo obtuve el premio y de la novela se imprimieron cincuenta ejemplares. Mientras, otros "finalistas" pagarían una pasta para publicar en la editorial, con el señuelo de haber sido finalistas. El negocio, pues, no era el premio, sino sus alrededores, de modo que mi novela que ellos tenían que publicar gratis, no les interesaba. Tuve que denunciarlos y denunciar sus métodos como ahora hago aquí. El caso es que la edición del libro fue un fraude y su presencia casi inexistente. Finalmente concebí una triquiñuela y fue pedirle a una buena amiga mía, librera, que pidiera 200 ejemplares. Ellos publicaron esos 200 ejemplares, y al poco la librera les devolvió los 120 que no vendió. Son los 120 ejemplares que circularon por ahí y que aún se pueden adquirir. Y, claro, nunca hice publicidad de la novela y la tengo por no editada. Hasta aquí las vicisitudes que tuvo la edición, pero ahora hablaré de Un buitre en el jardín, que es una novela ambientada en los años finales del siglo XIX y el primer tercio de XX. Cuenta la historia de Karl Bloch, un chico nacido en Praga -podría ser Kafka- en 1880, que con veinte años llega a Sevilla donde se emplea en una casa de seguros de su tío, Wilhelm (Kafka tuvo un tío que se afincó en Madrid y que en cierta ocasión pidió al sobrino que se viniera a trabajar con él a Madrid, cosa que Franz caviló). Allí conoce a una chica de armas tomar, Lola, una especie de Carmen bizetiana, que sobrevive en el hampa sevillano y que se convertirá en el contrapunto de Karl. Mientras él es cerebra ella es toda pasión. Wilhelm y Karl entran en contacto con los señoritos cerealistas y olivaristas andaluces amén de los negocios mineros de la Compañía, en Riotinto. El caso es que Karl va ascendiendo económicamente hasta convertirse en un émulo de Guillermo Sundheim, un financiero y prohombre alemán instalado en Huelva alrededor de la semicolonia inglesa. Esto mismo le ocurrirá a Karl que comenzará a lidiar con su avaricia, y adoptará la pose de un prohombre a quien la vida y los negocios sonríen mientras por debajo se emplea en incontables triquiñuelas, corruptelas y cada vez más turbios negocios, no siendo más que un cocodrilo, un buitre carroñero en el hábitat de una sociedad provinciana. En medio de todo este proceder se encuentra con los movimientos anarquistas, en los que acaba militando Lola, todo ese mundo de efervescencia sindical, que pone en evidencia sus métodos y sus procedimientos para enriquecerse fácil a costa de todos. Ahora, mientras escribo esto, no hago sino pensar en el tema de las mascarillas y los buitres que han sobrevolado durante estos años a costa de nuestras desgracias y en esos inversores "buitres" que pululan por los muladares de la política y la economía española y mundial. Bueno, la obra habla de todo esto, de cómo nos han vendido y nos siguen vendiendo que los próceres financieros son nuestros ángeles de la guardia, nuestros héroes, cuando se comportan realmente como los más buitres de nuestros buitres, los mas terroríficos de nuestros cocodrilos, pura carroña. El personaje central, Karl, ya lo he dicho, está inspirado en la figura real de Sundheim, de quien en este año de 2024 María Antonia Ortega ha sacado una espléndida biografía. Yo, naturalmente, armé la novela con absoluta libertad y sólo tuve a Sundheim como "modelo espiritual". Para terminar, tras los episodios contados con la editorial, hace un par de años decidí ampliar y reescribir la obra y ahora espera su momento en los cajones, habiendo casi doblado en grosor a la otra, añadiendo elementos y complejidad narrativa y cambiado algún capítulo.

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Manuel Moya lanza Mojama (La última frontera), una novela contra la  violencia social**

Qué decir de MOJAMA, la novela editada por Rafa Pérez con Niebla allá en el 2018, sino que es mi novela más corta (108 páginas) y no sé si decir más rara. En realidad la novela se desgaja de una novela mucho más ambiciosa en la que trabajaba desde 2010, pero que desgajé porque era acaso excesiva, sin que hasta la fecha haya vuelto a recomponer sus trozos. Mojama era una historia más dentro de esa novela poliédrica y trataba de algo que en 2010 era todavía una nebulosa. Me refiero al ascenso del fascismo, del que por estos días estamos llegando a su máxima expresión. Por medio han pasado gente como trump, bolsonaro, vox, meloni, orban, miley. En esa novela trataba algo que ya estaba en el ambiente, como era la aparición de esos grupos neonazis que iban por las calles quemando a mendigos, apalizando a jipis, negros y todo aquel diferente que se encontraban por las honduras de la noche porque si algo caracteriza a esta peña es su innata cobardía, su cosa tribal, su ventajismo. Bueno, de eso trata la novela que se anticipó a todo cuanto hemos visto venir en estos años: el ascenso del fascismo. Una novela predictiva en la que ensayé sin demasiada convicción, todo hay que decirlo, el genero noir. En ella Violeta, una periodista de un diario provincial se encuentra ante una razzia neofascista contra unos negros en la Estación. Si hasta entonces sólo había habido bates de béisbol, ahora aparece una bala. Un negro herido de bala. Poco a poco la prota observa la connivencia de la pasma, de las "fuerzas vivas" y del periodismo con esos "niñatos" que nacen de las propias élites y a los que, por tanto, se les procura toda la inmunidad del mundo, con la coartada moral de que son críos, de que, bueno, son cosas puntuales, travesuras, cosas, hasta que en una de esas se les va la mano y empieza la "fiesta". Una novela breve, para leer en una sentada, entre mojito y mojito. Una novela para darle vueltas a esto del fascismo que nos tiene cogidos por los webs.


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 Mi lectura de la novela «Lluvia oblicua» de Manuel Moya | HALLARME YO EN EL  MUNDO

Andamos ya cerca del final de este viaje a lo largo de mis novelas publicadas. Hoy nos referiremos a LLUVIA OBLICUA (Baile de Sol, 2022) /CHUVA OBLÍQUA (Trad. Fdo Evora, Grupo Narrativa, 2023). Lluvia oblícua trata de los penúltimos días en la vida de Pessoa. Es un recorrido por la lluviosa Lisboa de octubre de 1935 y por el mundo interior del personaje abrumado por el desasosiego. Esta novela es pues un doble homenaje a Lisboa y a Pessoa. Me basé mucho en Libro del desasosiego del que trabajé con algunos de sus fragmentos para crear un clima interior que se sobrepusiera y aun se mezclara con el clima exterior. Fue una aventura bastante interesante que comencé sobre el verano de 2016 y que concluí antes de noviembre. En una novela así tenía que trabajar rápido para que hubiera una unidad emocional, una atmósfera que, como ocurriera con Majarón, electrizara todo el texto, tuviera una unidad emocional, por así decir. Luego, claro, la seguí trabajando, hasta el punto que en la versión lusa hay un nuevo capítulo, cinco o seis paginas más que en la versión española, lo cual no es anormal en mí, que sigo trabajando las novelas y los poemarios incluso después de ser publicados. En principio lo iba a publicar una naciente y entusiasta editorial almeriense, pero al editor se le subió la avenate editora y se puso pelín impertinente de modo que me vi en la obligación de pararle los pies y quitarle el libro (nunca me pasó nada igual). Luego se publicó en Baile con fortuna crítica (la novela fue calificada por una de listas como una de las mejores novelas del año) y una discreta pero entusiasta recepción de público. Cosas que pasan. Un año y pico más tarde, Fdo Evora la tradujo al portugués y salió en Portugal con la misma capa española de Ricardo Ranz. Este versión, como queda dicho, tiene seis páginas más que la española y a mí me parece más interesante que la española, porque está más próxima al personaje y a su entorno cultural. La trad es espléndida. Decir por último que esa novela es mi coartada para no tener que hacer la biografía en torno a FP que luego hice seis años después. Pensaba que escribiendo este libro, me libraba definitivamente de Pessoa, pero no fue así y es que Pessoa una vez te infecta y sus tentáculos te llegan hasta la sangre, ya no hay manera de sacudírselo. Por decirlo así, Lluvia oblicua, que es un texto relativamente corto (150 paginas) me parece mi novela más intimista y quizás la más redonda.


**Buitrera

Bueno este repaso por mi narrativa desemboca hoy en su último capítulo, BUITRERA (Pre-textos, 2022). Qué decir de Buitrera sino que cuenta la historia de una persecución y de un malentendido. Hacía ya unos años que había escrito un relato del que no acababa de estar contento. Trataba de un maquis que era perseguido por la pasma pero que lograba sortear las trampas y enjuagues de ésta. Me gustaba el tono del relato pero no había conseguido encontrar la historia, como sucede tantas veces. Un día, lo recuerdo perfectamente, estaba meditando en el sofá, sobre qué nueva aventura emprender y de inmediato recordé el relato. En cinco minutos -¡cierto, en cinco minutos!- tuve la nueva historia en la cabeza. Era todavía una cosa informe, lábil, pero sabía que la historia ya era ésa, la de la persecución de un maquis que no era un maquis por la Sierra, para acabar, cómo no, en las denominadas por mí como las montañas azules, un lugar de una importancia casi sagrada para mí, ya casi en la frontera lusitana. Con ello, con la persecución, trataba de recorrer literariamente esta tierra en la que he vivido la mayor parte de mis días, siendo un homenaje personal a la comarca. Desde que siendo niños mi padre nos llevó a lo alto de lo que aquí llamamos la Sierra del Castaño, y desde aquella inmensa altura nos mostró panorámicamente toda la región, como si ese espacio fuera nuestro, la patria a la que pertenecíamos y que teníamos que querer y cuidar, como entregándonos el testigo de su vida, yo sentía una especie de deuda con ese espacio vivido, con ese territorio casi sanguíneo. Había escrito novelas centradas en él, como La Tierra negra, pero aquella novela enmarcaba su énfasis en la tragedia y no en el territorio, como ahora era mi nebuloso propósito. Me puse, pues, manos a la obra y comencé por dar vida a unos buitres sobrevolando la sierra de parte a parte como un elemento simbólico, para que no sólo anticiparan sino que dieran atmósfera a la cosa. Aquello ya era un inicio pero era un inicio extraño, muy extraño que al lector le sorprende pero que va entendiendo poco a poco. Luego me centré con los piojaleros a quienes debía hacer atravesar todo el territorio para ganarse a vida en el cisco. En ellos reposaba la cosa paisajística. La novela en sus primeras jornadas iba por unos derroteros tranquilos y cómodos para mí, pero enseguida enseguida apareció un personaje capital, un pajarero llamado Wences, un chico con dificultades que se había dedicado a golfear y que ahora, tras un error grande, acaso el más grande de su vida, iniciaba un intento de redención -pensé en dar este título a la novela-. Wences era un pobre zorzalero, que ponía perchas y trampas para pájaros en los arroyos. Su presencia me puso todo patas arriba. Y confesaré aquí que jamás disfruto tanto en una novela como cuando un personaje logra ponerme todo patas arriba. Cuando eso sucede, uffff, entro en erupción porque sé que ya tengo el pellizco, sé que tengo algo atrapado en el anzuelo y ahora sólo tengo que jugar y tirar de carrete. Como me ha sucedido en otras novelas, la aparición inesperada de un personaje me trastoca todo y a la vez me allana el camino. Wences se convirtió casi en cuanto apareció en el personaje central de la obra y sólo tenía que seguirlo en su cuestión mental. Hay dos focos más en la obra, que es una especie de road roman a la vez que una novela de intriga que se va acelerando a medida que se acer

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