RINOCERONTES

Acabo de llegar de Zafra. Hace un calor de todos los diablos. Menos mal que una ligerísima brisa mueve frente a mí los papeles y las cosas susceptibles de moverse. En el hipermercado ojeo las portadas de los diarios. Bolt por aquí y Bolt por allá. El formidable Bolt de ayer sigue siendo la evidencia de que los hombres somos lentos y es esa lentitud, esa incapacidad de dar alcance a cualquier animal o a cualquier problema, lo que tal vez nos hiciera discurrir. Cualquier rinoceronte es más rapido y durante más tiempo que Bolt, y eso que a uno no se le ocurre ver a ningún rinoceronte batiendo records precisametne de velocidad con una camiseta de Uganda. Somos lentos. El señor Bolt es muy lento y el que sea dos veces más rápido que yo, no deja de hacerlo lento, muy muy lento. Pero no pasa nada. Los hombres somos muchas otras cosas, pero, claro, eso no se mide en unas olimpiadas. Y mientras unos corren tan "de prisa", la mitad del personal está literalmente parado. ¿O se dice jodido, o se dice echado a la cuneta, o se dice expulsado del paraíso, o se dice.... joder, cómo se dice? Pasarnos toda la eternidad corriendo delante de un rinoceronte. Eso.




MUSEO DE CIENCIAS NATURALES
 
Al despertar ya era otra vez Gregorio Samsa, pero seguía torpemente allí, observado por el niño que no se decidía a anotar en su cuaderno aquel nombre estúpido. No te haré daño, alcanzó a pronunciar, después de un primer escalofrío, al comprobar que él también, dios, él también seguía estando allí, escuchando cómo otro niño decía, ¡maestro, maestro!, ¿qué le decía yo?, ¿había o no había un dinosaurio?

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