COSAS, CAUSAS

Cae la tarde. Un perro a lo lejos ladra lastimeramente,como si no quisiera ladrar. Salvo eso, el silencio es absoluto. El sol colorea brevemente las nubes que luego se vuelven cenicientas y últimas. Es la quietud. Hoy, como todos los viernes, el Gobierno ha desmantelado algo. Esta vez ha sido la educación. Como se decía en el Gattopardo, en este país tienen que cambiar las cosas para que todo siga lo mismo. No sé con certeza, pero creo que hoy se ha dado un paso hacia la segregación entre chicos y chicas en los colegios. ¡Aleluya! La derecha española es ojival, gótica, mangurra y estrecha de mente y de pubis. Ya está tardando el manguerazo al aborto. La derecha española es misógina, agraz, machorrona. Y mientras saca sus viejos palios y sus hogueras (porque la derecha española es muy de hogueras y latines) siguen creciéndonos los enanos en este circo de la caída libre. Pero, bueno, esta vez el enano se convierte también y por arte de birlibirloque en causa. Sí, ya tenemos una causa a la que agarrarnos: Cataluña/ Catalunya. Unos de un lado y otros del otro. Estandartes. Pendones. Cosas. La derecha española etcétera. Y cae la tarde, sangra la tarde. Hasta eso tenemos, las noches de los viernes son todas sanguinolentas y tristes como esta derecha nuestra.



Bueno, hoy voy también de experimentos. Acabo de escribir este cuentico. Está como quien dice, acabadito no más de hornear. Se lo dedico a la feligresía mexicana que últimamente se posa bastante por esta página. Si ven algo que no les cuadre, digánmelo nomás. Pinche vida!

PULGARES
Al abuelo lo habíamos despachado hacía meses al asilo. Se orinaba en la cama y hedía como un cocho. Pero a papá lo fregaron de verdad, botándolo de la gasolinera y, por los mismos días Lita se marchó de casa y se fue a vivir ahorita no recuerdo dónde. Vivimos tranquilos unos meses, pero cuando a papá se le acabó lo del desempleo, fuimos al asilo a recoger al abuelo que seguía hediendo a bodega. Su paga, mano, era lo uniquitito que teníamos. Mi padre andaba medio pendejo buscando trabajo en la milpa y dónde caía y yo cuidaba del abuelo y lo sacaba al sol todas la tardes. Todito estaba echado a perder. El abuelo se murió de madrugada. Lo encontramos tieso por la mañana y papá y yo nos quedamos mirando no más. Sin él, dijo papá, tú y yo estamos muertos, así que tuvimos nomás que enterrarlo en secreto aquella misma noche donde los chapulines, porque allí no pasaban ni los coyotes. Días más tarde, ya en casa, nos dimos cuenta que ni siquiera disponíamos de su pulgar para firmar las mensualidades. Fuimos a desenterrarlo para cortarle el pulgar, que todavía estaría bueno, pero cuando llegamos encontramos la tierra removida. Pensamos que eran los coyotes pero no, mano, habían sido nomás otros cabrones porque descubrimos con horror que se nos habían adelantado esos pinches y le habían cortado los dos pulgares y allí que lo dejamos para que se lo comieran los cacalotes.
 
 

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