REGRESO

Después de varios días navegando en un permanente estado de casi duermevela vírica, hoy por fin me asomo a esta ventana. Afuera continúan las tormentas. Un cielo de Turner se asoma ante mi vista. Sin embargo, todo bajo su telón de grises parece en calma. Me siento débil, un intruso casi en ese espacio bronco. Durante días he estado sometido al imperio de las fiebres y de los sueños recurrentes. Soñé con un zorro plateado al que todos (incluído yo, creo) le impedían salir de un determinado sitio. Otro día soñé recurrentemente que había descubierto el nexo con la otra realidad y que escribía una larguísima carta donde describía cómo era esa otra realidad. Cosas así. Ahora, cuando aún siento sobre mí la flaqueza de la gripe, me siento torpe, lento, obtuso, demasiado constreñido.

No sé si llegué a decir que anduve días atrás por Plasencia y La Vera. Mi hermana Ana vive en Plasencia y fue una oportunidad de volver a esa tierra hermosa como pocas. Estuvimos en Villanueva de la Vera, esa joya bien conservada, en Valverde (al que encontré desmejorado), en Yuste y en Garganta, que es también una verdadera joyita de arquitectura popular. La Vera para mí tiene más allá de su belleza y de los recuerdos que ya me vinculan con aquello, una cierta conexión con mi adolescencia. Cuando estuve en la Laboral de Sevilla, tuve muchos compañeros de la comarca, como Julio Castaño, que era de Viandar y llegó a ser su alcalde años más tarde (si alguien de Viandar lee estas líneas, ruego me diga cómo contactar con él), Maxi, que creo era de Talaveruela y que un mal verano se fastidió un pie y ya no más se supo; Domingo, un chico que luego se hizo tabaquero... En fin, La Vera es un lugar donde siempre tengo la sensación de encontrarme cerca de casa. Es como esa realidad otra de la que hablaba entre fiebres.

En Plasencia me pilló la presentación del libro de Alvaro Valverde, Plasencias, un libro machadiano, que habla de esos hitos delo cotidiano, de la empalizadadonde se hunden nuestros recuerdos. Yo que he leído casi todo lo de Valverde y que es un poeta de referencia por muchos motivos, creo haber adivinado estas Plasencias en todos sus libros anteriores. El libro no es más, entonces, que su plasmación: la cristalzación de algo que ya era, que ya estaba. Como cuando tras tirar una piedra en el estanque, esperas que al remansarse el agua volverás a ver el fondo y el fondo era exactametne el mismo que antes de haber lanzado la piedra. Perdonen el símil. Ya digo que ando un poco perdido.

 

1 comentarios:

Mis más efusivas felicitaciones, maestro. Te lo tienes bien merecido, aunque tu talento está más allá de los premios. Fuerte abrazo,