TANGUY Y COMPAÑIA

Yves Tanguy. Todavía y siempre.Óleo sobre lienzo.Museo Thissen B. Madrid
No sé qué ocurre, pero de cada visita a un museo, me siento atrapado por un autor concreto al que no había prestado atención anteriormente. La lista de casos es larga y no tiene demasiada importancia. Estos días en los que hemos estado en Madrid con ocasión de los premios del Tren, hemos visitado el Museo de la Señora, como tan irónicamente, había bautizado Carlos Castán en una agradable cena junto a su compañera, Felipe Benítez Reyes y la paisana Lara Moreno. El autor de marras fue esta vez Yves Tanguy, a quien yo había pasado de largo cuando estudiaba el surrealismo. Impresionado por los mundos de Chagall y de De Chirico, la obra de Tanguy me había llamado mucho menos la atención. En el Museo de la Señora hay cuatro cuadros del bretón y todos son magníficos, pero enseguida me llamó la atención aquel que sugiere un campo bastísimo, con personajes aislados y un fondo verdeazulado que sugiere incertidumbre y te produce como una sensación de extrañeza. Tras los cuadros de los abstractos Kandiski -fantástico también un cuadro suyo de pequeñas dimensiones-, de los abstractos rusos y de Pollock, pensaba pasar por el surrealismo como quien atraviesa un campo de coles. Pero ahí estaba esperándome Tanguy. Tanguy. Desde el banco contemplé hipnotizado aquel cuadro que representa la vastedad, pero también la femoral soledad del hombre. No sé cuánto tiempo le dediqué, pero al final salí con aquel cuadro en mi retina. Mereció la pena la visita -el museo es fabuloso-, pero sobre todo mereció la pena comulgar con Yves Tanguy.

1 comentarios:

Ignacio dijo...

Coincido con el maestro Manuel. Por cierto, en catalán hay un adjetivo precioso para ese color del fondo del cuandro de Tanguy: blauverdós.