JESÚS ARCENSIO, EL OLVIDADO


Pocos se han ocupado del poeta onubense Jesús Arcensio (1911-1922). El hecho de que la mayor parte de su obra la escribiera antes de la guerra civil y que en la guerra se afiliara al falangismo (en el que figuró hasta su muerte), ha obrado en su contra hasta nuestros días. Acaso la única cosa que se ha escrito con rigor sobre el poeta de Galaroza haya sido la introducción que yo mismo escribí al libro Sueño y costumbre, antología que Huebra dedicó a sus versos. Anteriormente había salido su poesía completa editada y prologada por Baena Rojas en 1997, quien lo había tratado e incluso había recibido de él sus manuscritos, pero en el prólogo que el propio BR escribió en esa completa ni se explicaba la vida ni se estudiaba la obra del poeta onubense. Cuando Huebra estuvo en disposición de publicar Sueño y costumbre (2002), me dirigí a José Baena Rojas para pedirle permiso por publicarlo y, para mí confusión, JBR lo denegó, alegando que estaba en disposición de editar algo sobre Arcensio -no especificaba qué- y que, en virtud de ello, no nos otorgaba el permiso pedido para publicar una antología. Sorprendido por su negativa, llegué incluso a ofrecerle firmar a medias y a corregir mi estudio por si algo no era de su gusto. Volvió a desistir y a instancias de José María Franco, a quien le conté la francia, nos dirigimos a casa del sobrino de Jesús que aún vivía en la casa natal de Arcensio, en Galaroza, y que había vivido una temporada con Jesús en Huelva. Fue su madre, hermana del poeta, quien recopiló gran parte de lo que un escéptico Jesús Arcensio fue dejando olvidado por la vetusta casa familiar. José Antonio, que así se llamaba el sobrino, se mostró muy sorprendido e incluso furioso porque la obra de su tío figurara en manos de JBR, sin su constancia (él era el heredero natural y debía saberlo), de modo que nos dio licencia para publicar la obra y así se hizo, con portada de JM Franco. En 2010 José Antonio, que había hecho curiosos dibujos taurinos, falleció en su Galaroza natal. En 2012 Pepe Baena entregó la obra arcensiana a la Universidad de Huelva y es allí donde debe seguir, por si algún estudioso se quiere acercar a ella. Estoy más que seguro que le merecerá la pena descubrir a un poeta único en más de una faceta y que merece una biografía, pues su vida llegó a ser de novela. Que yo tenga constancia el que figurara como su albacea nunca volvió a publicar nada sobre Arcensio. Si cuento todo esto es porque hay cosas que no conviene olvidar nunca, como es la mala gestión que de la obra de sus deudos hacen hijos rapaces y allegados ineficientes.





JESÚS ARCENSIO, PERFIL DE UN SUEÑO

a su sobrino José Antonio, in memoriam

Jesús Arcensio en un retrato de Jose María Franco
En 1927, año de acusada referencia poética, un muchachote alto y de porte distinguido, casi recién llegado a Huelva, pasa sus mañanas en el Colegio de San Casiano, donde se preparará para el bachillerato. El chico, que tiene por nombre Jesús Arcensio (Galaroza 1911), acaba de poner sus pies en la capital procedente de su pueblo natal, aunque parte de su familia es originaria de Niebla, capital histórica del Condado. Sus padres, honrados comerciantes ubicados en Galaroza, regentan una ferretería en la que hoy se conoce como calle Dr. Gumersindo Márquez, que une el paseo de los Álamos con la plaza del Ayuntamiento, y podríamos aventurar que se trata de una familia acomodada que desea hacer carrera de su hijo, guapo, enamoradizo y algo aficionado a los versos. Jesús, como ya le llaman sus compañeros de San Casiano, se encuentra con una ciudad pueblerina, provinciana y casi colonial, pues la hegemonía política y económica de los intereses británicos en la ciudad es definitiva. Nada puede hacerse sin su aprobación y su beneplácito. Como contrapunto a esta hegemonía, la ciudad ofrece un variopinto panorama cultural, en el que no faltan ateneos, artistas de distinto pelaje y hasta un cierto ambiente canalla, fruto de su impronta marinera y portuaria. Esto último hará de la capital un lugar propicio para inciertas expansiones folclóricas y bohemias, extremos a los que el joven poeta serrano no será ajeno. Cuenta su compañero de colegio Rafael Manzano en su libro Huelva en los labios, que Jesús se aplicaba con igual temeridad a los versos que a la farra y que cada dos por tres escalaba los muros del colegio para saborear los sabrosos frutos de la noche.
Pero decíamos que Huelva es entonces una ciudad con ciertas iniciativas culturales y en ella abundan, cómo no, los poetas. María Rodríguez Calero, que firmaba como Mario Roncormo, Rodolfo Gimeno, Pedro García Morales, Alfredo Blanco, Agustín Morales, Julián de Alcántara, el cura Antonio Pérez Reina, Casto Pino y el ayamontino José Jiménez Barbieri, que encarnaba como ninguno el destemplado estandarte de la bohemia al más puro estilo verleniano, ofician como los vates del momento. Ninguno de ellos, sin embargo, traspasó la estricta frontera de la poesía local y decimonónica.
No es este el caso de Rogelio Buendía, el gran autor onubense de la época -exceptuamos a Juan Ramón, cuya vida transcurría en Madrid-, en contacto permanente con la vanguardia española y europea, quien llegó a cartearse con el entonces desconocido poeta y conocido polemista lusitano Fernando Pessoa. El médico Rogelio Buendía y su esposa, la también joven novelista María Luisa Muñoz de Vargas, forman parte de la burguesía capitalina, pero son los abanderados de la modernidad en Huelva. Rogelio, adscrito al vltra hispalense de la revista Grecia, será una de las figuras más inquietas de nuestras vanguardias, manteniendo relación directa con los pujantes futuristas italianos, como Marinetti, con los adelantados franceses Valèry o Larbaud, y con los modernistas portugueses, entre los que se encontraban el citado Pessoa y sus compañeros de Contemporánea. La obra de Buendía es interesante y cabe destacar precisamente su periodo vanguardista, con libros como los ultraístas Nácares (1916), La rueda de color (1923),y Guía de jardines (1928) o Naufragio en tres cuerdas de guitarra (1928), libro que ya supone un escoramiento hacia al surrealismo. Le cabe a nuestro Rogelio Buendía el doble mérito de ser el único poeta español a quien reseñó Pessoa y de ser su primer traductor al castellano, así como el único que lo tradujo en vida.. Buendía y Adriano del valle se conocen en Sevilla a través de la revista Grecia durante el año 1916 y enseguida se establece entre ellos una relación de afinidad artística. La residencia de Del Valle en Huelva y la citada negativa de la revista hispalense Mediodía de publicar el libro de Villalón determinará a este curiosísimo trío la fundación de Papel de aleluyas, verdadero hito literario y cultural de la Huelva de las primeras décadas del siglo XX.
La relación del adolescente poeta cachonero con los integrantes de Papel de aleluyas, no debió ser tan estrecha como apunta José Baena en su prólogo a la compilación de la obra arcensiana. Basta pensar que Arcensio sólo cuenta entonces con 16 años. Por si hubiera dudas, tampoco existen colaboraciones del cachonero en la citada publicación. Hasta ese momento, Jesús Arcensio, muchacho curtido en las calles y huertos de Galaroza, combina su pasión por nuestros clásicos, de quienes muy poco a poco va adquiriendo su peculiar técnica, con la frecuentación de los tugurios flamencos y portuarios que jalonan la ciudad y donde sin duda encontrará sus primeras experiencias sexuales. En esta triple encrucijada crecerá como poeta y todas ellas dejarán un rastro indeleble en su poesía primera. La lectura de la Antología segunda de Juan Ramón también dejará duraderas influencias en una obra que desde muy pronto estará regida por la coherencia interna. Pese a lo referido con anterioridad, la importancia de Adriano del Valle y Rogelio Buendía en la incipiente obra de Jesús Arcensio, será determinante, como se verá en los poemas que el joven poeta onubense enviará a Adriano del Valle cuando este se ha situado ya en Madrid, una vez acabada la guerra civil.Poco se ha escrito sobre Jesús Arcensio.

Mientras nos ocupábamos de las vanguardias onubenses, habíamos dejado a nuestro aprendiz de poeta escalando las tapias del colegio de San Casiano para unirse a los flamencos y la curtida marinería que hacía de las suyas por la otrora efervescente calle de Gran Capitán, lugar donde profesaban las putas, sablistas y buscavidas de toda laya. Años más tarde, en los duros y mojigatos años de la dictadura, será el propio poeta quien regentará algún mítico café de alterne en esta misma calle. Salvo esporádicas temporadas en su tierra natal, Jesús Arcensio no saldrá de la capital estuaria hasta 1931 en que se establece en Ayamonte como maestro. Será en esta época cuando colabore con Luz y libertad, gacetilla ayamontina de corte anarquista. Un año después se incorporará a las milicias en Getafe (Madrid) Serán años de aprendizaje y contacto epistolar con algunos de los integrantes de las llamadas generaciones del 27 y del 36 -sus estrictos coetáneos- con quienes compartirá colaboraciones en revistas y hojas literarias de dentro y de afuera de la provincia onubense. Si los poemas escritos en torno a 1925 presentan aspectos lógicamente primerizos, los firmados a partir del 29, sin ser todavía maduros y no suyos del todo, dan muestra de una escritura exigente, donde son ya reconocibles aspectos ineludibles de su futura poética. Se trata, en general, de algunos romances y canciones de vivo colorido y de gran plasticidad, muy en la estela neopopular del Juan Ramón de la Segunda antología (1922) y del Lorca del Romancero gitano (1928), faros no sólo de su poética sino, en general, de toda la joven poesía del momento. Romance del agua turbia, Silencio mágico, Pino torero, Tiempo, Primavera amazona o Romance de la muerte del invierno, pertenecen a esta época que pudiéramos llamar de tanteo. También el soneto, acaso la estrofa en la que se moverá con más destreza, será muy practicada por nuestro poeta durante estos años republicanos. Quizás la sólida formación literaria que adquiere en el colegio de San Casiano y sus muchas lecturas de los clásicos determinen esta afinidad natural con el soneto que Jesús Arcencio mantendrá hasta el final de sus días. Recuérdese al respecto que el soneto se pondrá de moda en los años treinta, recuerdese El rayo que no cesa de Hernández o los Sonetos del amor oscuro de Lorca. Sin embargo, Arcensio, recluido en una población marginal de España, no va a evolucionar como lo está haciendo la joven poesía del momento. Pensemos que en los años previos a la guerra civil se perciben dos ideas completamente distintas de lo artístico. Por un lado veremos una corriente de lo que podríamos llamar poesía pura, abanderada por Juan Ramón, Guillén y Salinas, en las que se curtirá, entre otros, Luis Pérez Infante, y otra de carácter impuro que liderará Neruda y Alberti, en su revista Caballo verde para la poesía. Arcensio tal vez se incline por la poesía pura, pero esto hay que achacarlo más a su propia concepción del mundo, que a una elección deliberada o consciente.
No será hasta 1934 cuando Arcensio se encuentre en disposición de enfrentarse a sus primeras publicaciones tanto en prensa como en revistas. Todavía, es cierto, se halla un poco fluctuante y en su poética del momento lo mismo encontraremos acentos clasicistas ya superados cuanto reflejos vanguardistas, fruto de su lectura de Buendía y Adriano del Valle, sin olvidar, claro está, los referidos magisterios de Juan Ramón y Lorca.
Pero pasemos ahora a unos breves y necesarias anotaciones sobre su pensamiento político. Según Ernesto Lazo, falangista confeso, Jesús Arcensio se afilió a Falange en 1933, al llegar a sus manos el primer número de la revista JONS. Por otra parte, en conversación grabada con el investigador Jesús Copeiro casi al final de su vida, el propio Arcensio viene a referir que el 13 de julio de 1936 las autoridades republicanas de Huelva ordenaron su detención por su pertenencia a Falange y que a raíz de este hecho hubo de esconderse en distintos lugares hasta la llegada de las tropas nacionales a la capital onubense, ocurrida el 29 de julio. Según la versión que él personalmente le dio a Jesús Ramírez Copeiro, tras la toma de Huelva decide unirse a las fuerzas nacionales, participando en la toma de Valverde, Zalamea, El Campillo y Riotinto, entre el 20 y 29 de agosto de 1936. En Zalamea, donde la resistencia fue más encarnizada, estuvo a punto de ser herido, cuando una bala le atravesó el mono del pantalón, rozándole la rodilla. Este testimonio podría resultar definitivo sobre sus ideas políticas, si no fuera porque Arcensio era propenso a la mistificación y no siempre sus recuerdos se avienen exactamente con la realidad, como el propio Copeiro refleja. Poco antes de publicar Sueño y costumbre, José María Franco y el que les habla se entrevistaron con el sobrino del poeta, José Antonio Ortega, quien vivió largas temporadas con él y nos contó sabrosas anécdotas de su vida, y rebatió este punto. Según su versión, Arcensio se afilió a Falange durante los días posteriores a la caída de Galaroza, donde se encontraría el poeta (el dato me ha sido ratificado por otras personas). Su filiación a Falange se debió, según el parecer de su sobrino, al miedo a represalias sobre su persona, pues hasta la fecha Jesús había tenido más bien veleidades izquierdistas, como probarían sus colaboraciones en Luz y Libertad, la revista ayamontina de signo anarcoide o su estrecha relación con la prensa izquierdista onubense. La amistad de su padre con un conocido capo falangista onubense y su rápida militarización, harían el resto, según José Antonio Ortega. Esta versión, con ser razonable, explicaría su conexión con el falangismo, pero no sus ideas políticas previas a la guerra. Demos otro paso más: al investigar Rodolfo Recio en las actas municipales de Galaroza, con motivo de su libro Los amantes de Galaroza, encontró documentos esclarecedores sobre la adscripción ideológica del joven poeta. Según reza en el acta consistorial de Galaroza con fecha del 10 de enero de 1936, Jesús Arcensio es nombrado concejal y provisionero del municipio a instancias del gobernador civil, en sustitución de los recién destituidos concejales de militancia izquierdista, cargo en el que se mantiene hasta un mes después, concretamente hasta el 14 de febrero de 1936. Este dato, con no ser definitivo en cuanto a su adscripción política, sí que nos da una ligera idea de por dónde se dirigen sus pasos en orden ideológico. Añadamos que sus compañeros de “alcaldada” pertenecen a la Unión Republicana, de una evidente tendencia derechista. Advirtamos para terminar con este punto, que Jesús Arcensio permaneció fiel al ideario joseantoniano hasta su muerte, una vez fallecido el dictador y consolidada la democracia. Muchos onubenses lo recuerdan todavía en las calles céntricas de la capital ofreciendo a los paseantes propaganda de Falange.
La guerra civil vendrá a trastocarlo todo. El país envuelto en una delicada situación social, económica y política, se enfrenta en el verano del 36 con un golpe de estado por parte de las corrientes más conservadoras del país, a consecuencias del cual se originará la contienda más sangrienta y terrible de cuantas ha vivido España. Una contienda que no sólo supone un hachazo en la convivencia áspera y difícil de los españoles, sino que destroza física y moralmente a varias generaciones, entre las que se encuentra la del poeta serrano.
Digamos que Arcensio ha vivido hasta el verano del 36, de espaldas a la realidad, ensimismado en su quehacer poético y embelesado con el paisaje y los trazos movedizos de la noche. Es al menos lo que se entrevé en sus poemas. Lo que sí resulta definitivo será la impronta personal que la guerra ocasionaría en el poeta. Si, como le confesara a Copeiro, es cierto que se hallaba en Huelva en el momento de ser tomada y que se unió a las tropas derechistas que se dirigieron a la Cuenca Minera, la cantidad de horror y miseria moral a la que debió enfrentarse, no podrían haberlo dejado indiferente. La feroz represión de los llamados nacionales en la provincia onubense no es algo que un estómago humano pueda digerir sin consecuencias. A decir de los investigadores José María García Márquez y Francisco Espinosa Maestre, la represión en la provincia onubense fue la más feroz de toda España. En los primeros quince días no mueren fusiladas menos de cien personas en la capital onubense. En poblaciones como Valverde, Zalamea, Riotinto o Nerva la represión superó con creces la brutalidad de Huelva, y en Galaroza, como en el resto de la Sierra, la crueldad del llamado bando nacionalista fue despiadada, lo que no pudo pasar indiferente ante los ojos de aquel zagalón de 25 años, hijo del ferretero de la localidad y, por tanto, conocedor de todas sus vecinos. Arcensio, desde su adscripción a Falange y como integrante de la columna, no pudo permanecer ajeno a esta barbarie muchas veces inopinada y perfectamente gratuita. No existen pruebas de su participación directa en ninguno de los fusilamientos, ni nadie lo ha señalado como tal, pese a la visibilidad de su figura, pero aquí se nos hace difícil eximirlo de semejante violencia.
Tras esta primera etapa bélica, Arcensio buscará destinos más acordes con su formación académica y su potencial literario. Al parecer sus primeros cometidos “propagandísticos” consistieron en las colaboraciones periodísticas en La provincia de la F.E, en la que trabajó de redactor, si bien no firmó ninguno de los artículos o noticias publicadas. Es curioso advertir que este anonimato lo perseguirá durante toda la contienda, pues a pesar de su labor propagandística, no firma ninguno de sus escritos. ¿Por qué?, cabría preguntarse. Por estas fechas debe datar el proyecto de creación de la compañía teatral La tarumba, junto a Pepe Caballero, Emilio Molero, Mariano Orta y Manuel de la Corte, colaboradores también en La Provincia de F.E..
Arcensio gustaba rememorar a los afines episodios de la guerra en los que la imaginación se entreveraba con la realidad. En verdad, como queda dicho, poco sabemos de su participación en ella, salvo que tras sus andanzas por la Cuenca Minera y la Sierra, anduvo por Peñarroya, para unirse luego al Servicio Nacional de Propaganda y cubrir los combates de Madrid (estuvo en la Ciudad Universitaria), del Tajo y del Ebro como altavoz del frente, por lo que hubo de conocer a Dionisio Ridruejo, director del Servicio Nacional de Propaganda y con quien guarda ciertas similitudes éticas y biográficas. Resulta pertinente referir un suceso que a punto estuvo de poner fin a la vida del poeta. Según la versión de José María Franco (ratificada por J. A. Ortega), al regresar a Huelva en uno de sus permisos, publicó un artículo en el que denunciaba las misérrimas condiciones de vida que sufrían los soldados en las trincheras, frente a la confortabilidad de la intendencia onubense; el artículo, como podemos figurarnos, indignó a los feroces retaguardistas, que lo acusaron poco menos que de traición a la santa cruzada. Pero Jesús Arcensio, fiel a sí mismo, no se retractó de lo escrito y fue llevado a prisión, de donde logró sacarlo Manuel Ruiz Lanuza, jefe de la Falange en Huelva; tras el incidente, sin embargo, lo enviaron a Madrid con el propósito de que una bala perdida pusiese fin al asunto. Según testimonio de José Baena, el artículo del cachonero podría hacer referencia en tono satírico, al excesivo ardor, no precisamente guerrero, de la esposa del Gobernador Civil Miranda, hecho que, a decir de Franco y Ortega sucedió después. Sea como fuere, la anécdota nos muestra a un hombre crítico e independiente, que aún no ha renunciado al idealismo.
Convengamos que en el carácter de nuestro poeta pesa mucho más el individualismo que cualquier forma de gregarismo. El falangismo de Arcensio, comienza siendo meramente idealista, para convertirse, al paso de los años, en un falangismo melancólico, nostálgico. Esa es la razón por la que nunca podrá separarse de él. Como ocurriera con muchos jóvenes de uno y otro bando a quienes la guerra pilló con el paso cambiado, Jesús nunca se pudo sobreponer a aquel mazazo sicológico que destruyó su vida. Su fijación por el periodo anterior a la guerra hay que situarlo en la añoranza que siente por el paraíso perdido, por un mundo que aún no le había mostrado la extrema dureza de la vida. Mentalmente es un hecho que Arcensio se queda atrapado en los instantes previos a la guerra civil, rechazando una realidad con la que no acaba de identificarse. Cuál es esta realidad, podríamos preguntarnos. Una realidad sin esperanzas, una realidad sin ilusiones, una realidad con una carga de dolor y de sin sentido que uno termina prescindiendo del presente, para vivir con los ojos y en la ilusión paradisíaca del pasado. Y así, Arcensio se arrastrará como una sombra de sí mismo, adoptará el porte de un hombre elegante y bohemio, enajenado de todo y de todos, un hombre que ni siquiera está dispuesto a ofrecer un futuro a las mujeres que viven y se desviven por él. Su vida presente no le interesa y con frecuencia se recluye en momentos de intensa nostalgia que lo conducen al nihilismo y a la autodestrucción. Pensemos que su obra poética anterior a la guerra, si bien de calidad inferior, es cuantitativamente más voluminosa que la escrita con posterioridad, lo que da a entender que incluso la poesía acabó por interesarle muy poco. En los 50 años que sobrevivió a la guerra no llegó a escribir más que un centenar corto de poemas, muchos de ellos de encargo, mientras que en los años republicanos escribió una cantidad que casi duplica ese centenar. Consideremos en este punto su negativa a publicar libros. Los dos únicos que publicó en vida, lo fueron a instancias de sus amigos y tras muchas insistencias y dudas al respecto. Es un hecho probado que jamás intentó aprovechar su privilegiada filiación en el falangismo para granjearse un puesto de relieve en el régimen franquista que le garantizase la existencia (y a veces pasó por apuros económicos). Si a todo esto unimos el hecho de que su poesía logra mantenerse prácticamente impoluta de propaganda política, tal vez no podamos llegar a la conclusión de que mantuvo una relación problemática y crecientemente escéptica y desconfiada con los ámbitos políticos, ideológicos y artísticos del momento. Pero, claro, esto no siempre fue así.
Acabada la guerra civil e instaurado el régimen franquista, nuestro poeta se encuentra en una encrucijada vital. Huelva es un cementerio. Arcensio no es indiferente a la destrucción física, sicológica y moral y es por eso que no se suma a los panegiristas del régimen. Tiene tribunas pero no las utiliza. Permanece en la más absoluta oscuridad. Aunque podría haberlo hecho, no regresa a su trabajo en la escuela. Quiere escapar. Durante una buena temporada piensa en instalarse en Madrid donde acaso le espere un futuro más venturoso, pero su paso por la capital de España es corto y desalentador.
Mientras Arcensio se plantea su futuro, Alemania planta sus zarpas en Europa. En el verano de 1939, tras ocupar Chequia y Polonia, Francia le declara la guerra. Muchos de nuestros exiliados aún permanecen en los campos de refugiados habilitados por un temeroso el Gobierno francés. La guerra sacude Europa de parte a parte en los primeros meses de 1940 y una cortina de sangre se impone sobre el mapa del viejo continente. Será cuando Arcensio, retirado en su pueblo natal, firme un poema titulado Voz de aviso a New York, en el que un Arcensio tocado por el asco y muy sensible a todo cuanto tuviera que ver con la sangre, abomina del nuevo hombre y de la gran ciudad, en la que no ve sino depredación y ausencia absoluta de valores. Uno tendría la tentación de pensar que este grito va dirigido a sí mismo y a su realidad interior. Sea como fuere, el poema se halla, como se ve, muy en la línea de Poeta en Nueva York, publicado por Bergamín justo ese año y del que Arcensio no tenía noticia:
Pero, tu nombre
dice sangre, ¡sangre!
En inglés, en alemán, en chino,
en español; ¡en todos los idiomas!
Y tú, sordo,
¡Sangre!¡Sangre! ¡Sangre! ¡Sangre!
[...]
Debe ser algo más, la primavera,
más que un florecer metálico de hélices.
No creas que la sangre
respetará tus diques, como el agua.
Un día
-un día cualquiera-
no podrás contenerla y desbordarla,
alcanzará tus azoteas últimas.
-New York, New York...-
No sigas ignorando
la existencia del hombre. ¡Sí, del hombre!

La experiencia en los frentes y el horror ante la crueldad gratuita del hombre ha dejado en el poeta una definitiva sensación de impotencia, de descreimiento, de desdén ante el mundo. La sangre que vemos correr por el poema no es otra que la que él ha visto correr sin sentido por las trágicas tierras de España. Si hasta entonces la poesía de Arcensio se había recluido en la contemplación, ahora, regurgitados todos los horrores, tratará de encontrar un sentido y una explicación a ese mundo oscuro, que le ha manchado las manos y el corazón. El hombre, aquel hombre en el que él había creído, ha terminado empozoñándolo todo, y no queda ya el menor atisbo de esperanza. Voz de aviso a New York es el canto del cisne de un mundo definitivamente perdido. No parece casual que el poema esté firmado y fechado -lo cual en él no es muy frecuente- en El Valle de la Novia (Galaroza): la contraposición entre El Valle de la Novia y New York, no puede ser más evidente. Según nos cuenta el siempre informado José Luis Ortiz de Lanzagorta en su magnífica obra El Dios del Mediodía, es en esta época cuando nuestro poeta trata de suicidarse por vez primera, arrojándose a un tren.
Dicho esto, hay que decir que Arcensio, como en realidad todo el falangismo, se decanta por Alemania. La relación fraternal del falangismo con el fascismo italiano y el nacionasindicalismo alemán han sido de sobra estudiados y no es cuestión de exponerla aquí. Si en el poema de Nueva York podríamos advertir que el acento se pone en el la ciudad símbolo de los aliados, Nueva York, en el espeluznante Acusación a Israel, Arcensio va mucho más allá. En él el poeta de Galaroza se instala en el más claro y terrible antisemitismo, abonando sin el más mínimo pudor las tesis del nazismo:

La palabra judía
cae como sal sobre los campos.
[...]
¡Cómo arde su rabia!
Su impotencia
se hace sangrante y vengativa...
[...]
¡Oh, judíos!, ¡Asesinos de Dios!
Asesinos también de la caricia.

Arcensio se convierte por estas fechas en un convencido germanófilo. Su germanofilia no se contenta con la escritura de este poema, sino que va mucho más allá. Jesús Ramírez Copeiro lo sitúa en su libro Espías y neutrales: Huelva en la Segunda Guerra Mundial, como un agente al servio de los alemanes. El 20 de mayo de 1941 sucede un hecho novelesco en la vida del poeta. Según las diligencias policiales, cuyas copias me cedió personalmente el investigador valverdeño, la tarde del 20 de mayo de 1941 Jesús Arcensio recaló en Corrales, como agente publicitario de Odiel. En el casino de la localidad, él y un amigo (Casto Pino, tal vez) se pusieron a beber. A medianoche Arcensio abandonó el local y al cabo volvió con un extraño paquete, que explotó en sus manos, hiriéndolo a él mismo y a tres personas más. Una vez curadas sus heridas prestó declaración ante un tribunal militar, ingresando en prisión, de la que no salió hasta el 15 de julio. Diez días más tarde se archivó el caso. El incidente, por decirlo así, no pasó a mayores, tal vez porque las autoridades así lo decidieran, pero todo apunta a que fue un acto de sabotaje a los intereses ingleses -el casino de Corrales pertenecía a la compañía minera inglesa. El caso de Corrales se inscribe dentro de una serie de actuaciones ejecutadas por Arcensio que lo sitúan sin lugar a dudas como un agente del espionaje pro-alemán, tal vez adscrito al cuerpo de información de Falange. En 26 páginas manuscritas (e inéditas), Copeiro, va anotando las conversaciones mantenidas con Arcensio, donde se narra la participación de nuestro poeta en una acción de aprovisionamiento de un submarino alemán frente a las costas de Mazagón: “Los submarinos alemanes que estaban de servicio en la zona del Estrecho y el cercano Atlántico se solían abastecer de suministros en la costa de Huelva. A través de un barco de pesca, fuera de la barra, en la zona de la costa comprendida entre Mazagón y Matalascañas, zona ciertamente no poblada y sin carreteras, de noche y bien de noche, se solía realizar el suministro de víveres (carne y verduras frescas, frutas, agua potable), combustible y se les daba el correo. En uno de estos suministros participé yo, que fui invitado a permanecer en el submarino emergido por espacio de media hora y obsequiado con un sucedáneo de café excelente (un exquisito café artificial) y me fumé un excelente cigarro puro, que era de papel, pero con aroma y sabor igual que un cigarro habano, posiblemente tendría mezcla de tabaco y papel”. De estas páginas no sólo se desprende que su conocimiento del caso Mincemeat era exhaustivo, sino que estuvo familiarizado con los movimientos de la inteligencia alemana, inglesa, italiana y española, tanto en la capital onubense como en Sevilla.
Todavía en 1941 se dirige a Adriano del Valle, a la sazón director de la revista cinematográfica Primer plano, tal vez con el fin de que del Valle pudiera echarle un cable en la capital. Elige para la ocasión poemas con clara ascendencia ultraísta, que puedan agradar al poeta del régimen. Los tres sonetos que le envía (Adriano del valle, cantor de luces y aromas, Tu voz en esta hora, y Soneto a la ausencia) tal vez no vieran la publicación en los altos cielos matritenses o al menos no tenemos la menor constancia de ello. Hoy, el curioso lector los puede encontrar en los archivos de la Diputación Provincial, cedidos por la familia del Valle, pero no les acompaña carta alguna, por lo que no sabemos cuál fue su suerte. Es posible que el sevillano nunca contestara a aquellas cartas. Sea como fuere, es tal vez el último intento de hacer carrera literaria por parte del cachonero.
A partir de ahí, Arcensio abandonará casi por completo el cultivo de la poesía y sólo escribirá cuando el peso de su zozobra así se lo dicte o cuando, más festivamente, los compañeros de aventuras literarias se lo pidan. Como es sabido, los poemas que escribe a partir del 42 se escoran hacia un radical pesimismo, cuando no hacia un entrañamiento que lo convierten en un poeta valioso y digno de ser recordado y estudiado. Pero podemos aventurar que en torno a 1942 Arcensio abandona su sueño y se convierte en una sombra de sí mismo.


una pequeña antología arcensiana


ROMANCE DEL AGUA TURBIA







Mañana. Siempre mañana.

Agua turbia que no quiere

convertirse en agua clara.

La brisa peina las ondas,

las ondas rizan el agua

del río. Y el río lleva,

de los montes a la playa,

la espuma -flor de la nieve-­,

y -voz de cristal- la clara

canción de la fuente, el río

lleva hasta la mar salada.

Y el agua pasa diciendo:

mañana -siempre mañana”

­seré cristal". Pero siempre

turbia pasa, pasa y pasa.







PINO TORERO






El toro del huracán

brama, cornalea fiero

y rasga a la primavera

capotes de flor de almendro.

En lo alto de una loma,

solitario, le da quiebros

que le quiebran la silueta

un joven pino torero.

El toro del viento brama

porque no puede cogerlo.







DE LA MUERTE DEL AGUA Y DE LOS NARDOS






En la hora de eléctricos estrenos

en que el rayo recibe ser y nombre

se enrolan falsos reyes de baraja

en las filas del miedo a las cuchillas.

Faros de sangre alumbran las agujas

y los rincones donde anida el crimen.

Unos muslos morenos y apretados

estrangulan al agua por sorpresa.

¿Y mi paz Asesina su equilibrio

un fuego sin calor y sin fronteras

que se estrella en mis cielos interiores

-descargando su luz en mis palabras-

­y una luna que corta mis suspiros

con el filo glacial de la soberbia.

¿Qué sabéis de la muerte de los nardos

¿Fue suicidio de amor? ¿Crimen de olvido?

Id por los acueductos de mi sangre

hacia el final, mejor que por las nubes,

mejor que por los fondos submarinos

donde el alga se alía a los corales

para poner en fuga a las estrellas.

¡Por los canales de mis venas!

¡Pronto! De los nardos probables asesinos

son los muslos que el agua estranguló

y me van caminando sangre adentro

sin saber a qué sitio se dirigen.

¡Pronto! ¡Prendedlos antes de que lleguen

a confesar su crimen! ¡Detenedlos!





SALVANDO A NADO TU DESNUDA GRACIA





Redonda piel, finísima, parcela

de gracia de tu pecho, y separando

seno de seno corre un dulce y blando

caudal de tibia sombra de canela.



Al baño vas y, con cautela, cela

tu mano en el escote, separando

las flechas que mis ojos disparando

van, a traición, por entre piel y tela.



Ya del agua y la sal es tu belleza;

ya la espuma navega a tu costado;

ya el mar refresca el ecuador caliente,



la curva en carne viva de firmeza

de tus senos que ya salvas, a nado,

del terco catalejo impertinente.









SONETO DEL RETORNO A LOS ORÍGENES






Devolvedme a la pura, a la suave

navegación de albas y de rosas,

Señor. Vuelva mi sangre a ser la nave

que, en rumbo de bondad hacia las cosas,



del sencillo saber lleve la clave.

Haz que olvide, Señor, las horrorosas

cosas que sé, y arráncame la llave

que me abre puertas a las espantosas



voluntades en llamas de las venas

contrarias. Vuelva su visión de estreno

a mis ojos. Florezca en azucenas



esta semilla amarga que me hiende

la carne. Con rigor de duras penas,

extíngase este infierno que en mí prende.

Abril de 1939









VOZ DE AVISO A NEW YORK





¡New York! !New York!

tu nombre no me dice

la gloria del cemento y de la altura.

Ni el tumulto de hierros y cadenas

con que tus rascacielos,

sin tregua,

trituran al silencio.

Ni tus brillantes

anuncios luminosos, que congregan

entorno suyo al hambre y al hastío

del emigrante con hambre y sin zapatos;

del parado;

de la golfa sin suerte.

¡New York! ¡New York!

Tú crees que no hay sangre,

porque tus ruidos ahogan al del pulso.

Tú, sólo crees

en el acero y en la gasolina,

en el dólar, y un poco en el cerebro.

Sin embargo, -New York...New York...-

tu nombre dice sangre.

Todos tus músicos negros

cantan en cada fox, en cada rumba:

Sangre. Sangre. Sangre. Sangre.

Tú no los oyes porque Ford y otros

están sonando siempre

sus bocinas.

Apagando siempre

la voz del hombre.

Taponando siempre

tus teléfonos todos, tus ventanas,

con voces como éstas:

¡Millares de millones de dólares! ¡Billones!

Novecientos kilómetros por hora.

Catorce mil motores...

¡Se centuplica el tonelaje

de la aviación mercante y la marina!

Pero tu nombre

dice sangre, ¡sangre!

En inglés, en alemán, en chino,

en español; ¡en todos los idiomas!

Y tú, sordo.

¡Sangre! ¡Sangre! ¡Sangre! ¡Sangre!

Sangre y humano pulso

para esas cosas mecánicas

que has hecho de tus hombres.

¡Tus hombres...!

Poco más que una rueda catalina,

un eje cigüeñal o una bujía,

con derecho a votar

y a ponerse corbata los domingos.

Pero la sangre vive en ellos. ¡Canta!

Roja y caliente.

Caliente y roja

bajo la blanca piel del hombre blanco,

debajo de los monos

color azul mecánico.

¿¡Mecánico, el azul!?

(¡Pero no puedes mecanizar el puro azul del cielo!)

Roja, caliente sangre,

bajo la piel brillante de tus negros,

de tus negros a cuyas yugulares cercan,

en blanco vuelo, duro de almidón,

cuellos de pajarita.

Roja y caliente, bajo la piel roja

-más sangre tuya que ninguna otra­-

de tus hombres color rojo de cobre

con ensueños de pluma en las cabezas.

-New York... New York...-.

Devuelve al hombre el corazón y el pulso,

que le has robado ya bastante tiempo.

Abre ya tus fronteras

a la violeta y a la golondrina.

Debe ser algo más la primavera,

más que un florecer metálico de hélices.

No creas que la sangre

respetará tus diques, como el agua.

Un día -un día cualquiera-

­no podrás contenerla y, desbordada,

alcanzará tus azoteas últimas.

-New York...New York...-

No sigas ignorando

la existencia del hombre. ¡Sí, del hombre!

Encierra tus ruidos.

Que se oigan la canción, la risa, el llanto.

Ofrece a las macetas tus ventanas.

Abre

tranquilas plazoletas con acacias,

en las que el hombre pueda

tomar el sol, sentarse los domingos.

Y a tus niños...

(Ya sé que tienes parques. Unos parques

asolados también por el ruido).

Pero tus niños no pueden jugar,

ante la puerta misma de la casa

a orí, a la rueda-rueda, ni a los bolos...

-New York... New York...-

Sangre. Sangre. Sangre. Sangre.

Sí, sangre. Un día cualquiera. Un día

en que tus hombres reflexionen

sobre el hondo sentido

del fotograma visto en la revista.

(Un niño sonriendo

en una plaza pública española,

la salida de misa

en una iglesia del Tirol; el paso

de un tren por la estación de Pisa ... ¡Todo!)

-New York... New York...-

Cuando este día sea,

no bastarán tu acero y tu cemento

para contener la sangre desbordada.

Todo se fundirá

a su ardiente contacto.

Y, tú, serás sólo ceniza, sólo

desolación, ruina, ¡sangre! Muerte.

Muerte, sí. Sangre. ¡Vida!

De tus escombros -de sangre, ya con sangre

saldrán los hombres -rojos, negros, blancos-

­en hermandad de pulso y oraciones.

De entre tus derrumbados rascacielos,

vuelo alzarán la flor, la mariposa, el ave...

Y surgirán las casas -ahora humanas casas-

con aleros propicios al alegre gorrión...

-New York... New York...-

La sangre canta.

¡Oye!

Ábrele tus puertas y tus calles,

¡Ahora! Luego, será tarde.

¡Oye! Oye a la sangre.

¡Óyela! Ya hierve.

En el Valle de la Novia 1940









BOCETO PARA UN AUTORRETRATO






Éste que veis, de duda y certidumbre,

por vivir, desvivirse cada día,

éste soy yo, de afán y de agonía,

de sed y agua, de ceniza y lumbre.



Jamás he soportado la costumbre

del amor, del dolor, de la alegría:

sabiéndolos rutina, no podría

soportar su terrible pesadumbre.



Mi secreto es sentirme en la mañana

al despertar, como recién nacido,

estrenando al mirar por la ventana



el paisaje de siempre, conocido,

y al escuchar la voz de la campana

de siempre, hallar distinto su tañido.











AUTORRETRATO






Este que aquí, de pan e incertidumbre

vive y desvive un poco cada día,

éste soy yo, de afán y de agonía,

de sed y agua, de ceniza y lumbre.



Hombre partido en dos- sueño y costumbre-,

hombre de hielo ardiente y llama fría

a quien lenguas de dulce poesía

lamen la llaga de su pesadumbre.



Hombre, al fin, como tú, como cualquiera,

que no sabe quién es ni a qué ha venido

ni el color de la muerte que le espera.



Un hombre que ama y sufre, que ha bebido,

que es malo y bueno... y que, en verdad, quisiera,

si hay que morir, morir como ha vivido.













RENACIMIENTO






Dejadme estar varado en la ribera

tibia del mar antiguo de mi vida,

mis sueños reposando en la mullida

alfombra de la vieja primavera.



Dejadme así: dejadme con mi entera

libertad, con mi angustia estremecida,

con la sal de mi llanto y la medida

justa de mi verdad y mi quimera.



Dejadme disfrutar este momento

en que, desde mi altura a mi cimiento,

soy tan yo mismo, tan ensimismado,



tan sintiendo mi sangre y su latido

que resucito de mi propio olvido

y me siento nacer de mi costado.











EN LA BUSCA






Señor, ando perdido, no te encuentro.

Mala es, Señor, es mala encrucijada

esta donde se encuentra desplazada

mi alma tan sin norte y tan sin centro...



Yo quisiera, Señor, sentirte dentro...

ya caricia, ya fuego, ya lanzada,

frío, beso, calor, suspiro, espada;

al pensamiento rumbo, al amor centro.



Por eso vine aquí; para buscarte,

Señor, sólo por eso, y no me extraña

que ya me encuentre al filo de encontrarte.



Siento ya que una dulce luz me baña

y comienzo a sentirte y a escucharte

como latido de mi propia entraña.

1-Mayo -65











OTOÑAL






Cuando el viento desnuda

de sus amarillas banderas a los álamos

y riega el sueño de oro a los membrillos

y es un halcón helado

que persigue a los últimos jilgueros

y trae a nuestro cuarto

el aliento mojado de la tierra.

¿No sentís el temor, el sobresalto?

¿No habéis tenido miedo que cualquier

manzana desprendida de un árbol,

casi podrida ya, de tan madura,

se os desgajase el corazón ¡Oh, cuánto

pesa un maduro corazón! La leve

brisa que mueve apenas un delgado

suspiro, lo derriba.

¡Ay, cómo pienso, ahora, en una mano

de nieve que vi un día, a una manzana

alzar del suelo hasta los dulces labios!

¡Quién sabe corazón, si cuando quedes

rendido de la pena, desgajado

del peso de estos sueños

por esa mano, tú serás alzado!



3 comentarios:

Anónimo dijo...

agente del espionaje pro-alemán...
Es esa época se era o no Pro-NAZI
Aquí en Huelva no hacemos homenajes a Pro-Nazis

Me alegro de no saber de personajes como este.

MANUEL MOYA dijo...

Dos precisiones, anónimo. Una es que me gustaría que no firmases como anónimo, porque quien ha escrito el artículo lo ha hecho con su nombre.
Segunda precisión. No sé si tu comentario sobre pro-nazis o pro-alemanes ha lugar. Entonces eran lo mismo o prácticamente lo mismo. En todo caso hubo muchos españoles que trabajaron para Falange, desde periodistas hasta funcionarios, etc... y no todos ellos, supongo, eran pro-nazis. Yo creo que Arcensio no lo era y eso no quita nada de lo que Arcensio pudiera hacer mal o muy mal, naturalmente. Mi visión no es un panegírico ni pretende serlo. Ideológicamente estoy alas antípodas de Arcensio, como lo estoy de las de Celine o Hamsun.
Eso de que te alegres de no saber de personajes como Arcensio es cosa muy personal. A mí las personas que no piensan o sienten como yo me inspiran mucha curiosidad. Mucho más incluso que las que piensan o sienten como yo. Es probable que eso explique por qué yo me dedico a la literatura y usted probablemente no.

JESUS BRAVO dijo...

¿a qué poema o ripio pertenece eso de " dejad que los muertos entierren a sus muertos...."